Gisela Derpic | LIBERando I
15174
post-template-default,single,single-post,postid-15174,single-format-standard,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,hide_top_bar_on_mobile_header,qode-theme-ver-16.8,qode-theme-bridge,qode_header_in_grid,wpb-js-composer js-comp-ver-5.5.2,vc_non_responsive

LIBERando I

I

                    ANTESALA

 

 

Estoy una vez más arrobada al escucharte. Siento… rememoro… Tus vívidos relatos, auténticas obras de arte literario y plástico, trascienden las meras palabras desvanecidas en el aire dibujando escenas, tramas y desenlaces en mis oídos. Trascienden y permanecen, se quedan tomando una identidad corpórea que no sólo se escucha: también se ve, se palpa, se huele, se gusta; nos eleva por encima de los límites del espacio y del tiempo instalándonos enfrente de los protagonistas presentados en tus alocuciones. Pero no, digo mal o al menos, no digo todo. Estoy y seguiré por siempre arrobada con el narrador, ¡sí, sí, sí, no pongas esa cara por favor!, con este ser casi irreal a quien un buen día -mejor dicho- una buena, una inolvidable tarde, encontré con sus manos abiertas, extendidas en franca invitación, y no me di otra opción sino asirme sin dudar de ellas, tomando así al asalto la prodigiosa oportunidad de experimentar intensamente, como nunca antes y como creo nunca será posible después, la vida y la muerte, en plena, dramática y portentosa unidad.

Parafraseando a un tierno acompañante en la intrincada aventura humana, esa opción fue el increíble encuentro con mi “sensei”. Y susurro en tu oído, sólo para ti: no creo necesario recordar cuánto te gustó ese apelativo – “sensei”- al saber su significado: “aquel que ha vivido más que uno”, que “una” en este caso, por los cuarenta años de anticipo tuyo en nacer y porque cada día desde entonces lo agotaste entero, hasta el fondo mismo y por todo lo alto de las vivencias, prodigándote para renovarte, durante nueve décadas y algunos años más.

¡Ah! ¡Me gusta tanto estar aquí contigo!, sentados frente a frente en la mesa de comedor cuyos crujidos cesaron felizmente al decidirme a ajustar los tornillos fijando sus soportes, procurando quede en silencio, respetando nuestros tiempos incansables de palabras y de pausas, de quienes hablan y de quienes escuchan…

¡Ah! ¡Me gusta tanto verte sentado delante de la reproducción del cuadro de Chagall!, uno de tus preferidos por la diagonal donde se mece la figura danzante, equilibrando, estampa inolvidable tú con ella. De todos los rincones del departamento convertidos en nuestros locutorios, este es el mejor ¿no? Tú con tu tacita de manzanilla y yo con la de café; a veces acompañados por la voz de Modugno y a veces por los sonidos incesantes invadiendo desde la plaza… tomados de las manos, fundidos en nuestras perennes miradas, esas en que nos perdemos ahora mismo, y cuando estamos dormidos, y tú trabajando en la computadora, y yo en la cocina, y de día, y de noche, y juntos, y separados, y vivos, y muertos… sin límites, sin finales, milagrosamente decididos por voluntad propia y sin presión alguna a seguir recreándonos individualmente en una interminable, repetible y recíproca disolución. Soy en ti y tú en mí, como condición de anticipo aledaño, acompañante paralelo y seguimiento consecuente a ser en los otros, en los demás… ¡Sí, sí!, así, tan sencillo y tan complicado como eso. Tan ineluctable…

¡Cuán provocador de confidencias es nuestro ambiente ¿verdad?! Tanto que ahora las haré yo, dejando astillar mi intimidad, estallándola en palabras ojalá envolventes para arroparte entero. ¿Estás de acuerdo? Te dejo ahora el papel del oidor y me quedo yo con el de la narradora, ¿quieres?

  • ¡A la final! Me tuviste mucho tiempo esperando que así fuera…

Sí, lo sé… trataré de que tal espera haya valido la pena. Comienzo pues sin prisas ni intervalos.

¡Anduve antes de llegar hasta allí – aquí – por tantos y tan disímiles senderos en la parcela del orbe donde me tocó por azar o designios insondables, nacer y crecer! Devoré con el ser entero aquellos parajes de variada naturaleza y apariencia adonde me llevaron mis siempre apurados pasos, atragantándome, hasta finalmente aceptar, sin dolor y sin alegría, sintiendo que ya no sentía, ¡nada!, pues había agotado yo misma o se agotaron a pesar mío, las posibilidades del despertar de algún interés o de alguna motivación para seguir la marcha, auténticamente.

¡Claro! Me había dedicado a devorar con tales ansias lo que al paso de mi caminar existencial encontré…Sí, sentía mucha hambre y mucha sed de probar y probarme, de preguntar y responder, de recibir y subvencionar, de destruir y edificar, de conocer y transformar, de… ¡qué más sé yo qué! Y ¿sabes?, quien acabó en verdad fagocitada fui yo, porque no me di ni tiempos ni espacios de altos necesarios para quedarme en silencio mirando hacia adentro y, recién entonces, recogiendo algunos haces de luz propia, diminutos pero bastantes, mirar desde allí hacia afuera; me quedé quieta, envuelta en las densas brumas en que decides deshacerte, haciéndome casi de pronto consciente, horrorizadamente consciente, de mi incapacidad – ¿para siempre? – de sentir, de crear, de esperar… y en un solo instante de terrible confluencia de todas las ilusiones en un derrumbe definitivo por los demoledores y silenciosos golpes asestados por las certezas acerca de la omnipotencia de los contextos que me asfixiaban, inexorable y fatalmente, estuve rendida, derrotada, descubriendo sin saber que tenía que huir, ¡ayer!,de mí misma y salir corriendo con un rumbo cualquiera, llevándome conmigo a cuestas sin embargo.

  • Me dices mucho y nada al mismo tiempo. Quiero comprender todo; pero … ¿quieres tú contarme?

¡Ah querido, hermoso libertario! Me miras con una expresión marcada por ese inusual ceño fruncido en ti. Mmm… sí, perdona por favor.  Es la primera vez que te declaro oyente, sin previa consulta; la primera a ti, pues es muy de mí declarar oyentes a los otros y más aún, atropellarme al recitarles catárticamente mis monólogos. Como me dijo una vez un amigo, mis pensamientos se suscitan incesantes a mayor velocidad que mis palabras y para no correr el riesgo de irlos tirando en el baúl sin fondo del olvido, no paro de saltar de un asunto a otro. Resultado: solamente yo entiendo lo que digo. Por tanto, no te preocupes, interrumpe cuando quieras evitar la caída en una perorata sin sentido, para ti.

  • Si, si, lo haré, y ¡ja ja ja ja!, tú tampoco te preocupes. ¡Oíme! No me jodas con eso de pedir perdón, con lo que me gusta hablar, como para que no te entienda, ¿no?

De acuerdo, de acuerdo. Prosigo ahora. Como te decía, es en aquel instante que parece te arrebatará el último aliento, vas a asfixiarte y ya lo estás haciendo, cuando decides escapar hacia ninguna parte porque anhelas dejar atrás esas certezas depredadoras de tu oxígeno, y te marchas, si no de este mundo, al menos a otro de sus rincones donde, puedes apostarlo, seguro los mismos dolores por las mismas certezas vas a sentir, pero de a poco, tardarán en llegar… tendrás así un respiro tal vez equivalente – y sí, equivale – a una agonía, pero se trata de las malas pasadas jugadas por el más importante y el menos placentero de los instintos: el de conservación, a como dé lugar. Se trata de eso, simplemente. Por eso digo que huyes de ti y sin embargo, para hacerlo te cargas a ti mismo sobre las espaldas y te llevas, pesadamente, hasta el punto final, a veces temprano y a veces tarde, cuando sucederá aquello indeseable, lo que tratabas de evitar…

  • Son tan pesimistas, tan sombrías tus palabras. ¿Por qué les das ese tono?

          Pues… la verdad, no lo sé, y aunque te anuncio que esta lóbrega perspectiva no es o no fue al menos para mí, una condena invencible gracias a ese cierto y renombrado personaje encontrado al dar la vuelta una esquina imprevista en el camino de la vida, así siento fue en aquella parte de mi historia contada primicialmente ahora, reflejando con sinceridad absoluta mis contenidos subjetivos para liberarme y para darme a conocer sin ambages.

Tu pregunta lo sugiere: tal vez haya llegado el momento de aspirar a encontrar alguna explicación mientras fluyen las palabras, pues no es suficiente saber que las cosas fueron así o asá, necesitamos entender por qué lo fueron, volviendo entonces hasta aquellos recovecos, a los sitios perdidos en el tiempo, los claros y los sombríos igual, para escarbar en ellos recogiendo las señales, los indicios… ya después, tal vez, algún día construirás, o construiré, o mejor aún, construiremos tus respuestas queridas, las que yo también quiero dar.

  • Espera un poco, te he planteado mi pregunta en tiempo presente, y ten cuidado. El pasado, pisado. Alguna vez te dije eso, el pasado ya no puede moverse, está muerto… quien se queda en él, también lo está. Tú ¿te quedas en el pasado?

No, ya no. Hubo un tiempo en que fue así, dejé atraparme por el pasado y sí, tienes razón, era como estar muerta ya, en el fondo del Hades, del infierno, sufriendo lo indecible por decisión soberana y con vocación a hacerlo por la eternidad.

  • Me recuerdas ese relato de mierda de Alighieri, esa tal Divina Comedia imposible de leer hasta el final porque no pude soportar mis sentimientos por ese horror, eficiente al someter a la gente por el miedo al sufrimiento eterno. Yo hablo de la muerte como de la nada, del vacío donde mi voz no resonará, como dice el poeta…

Admito tu disquisición y en descargo de Dante propongo considerar su contexto. ¡No, no, no! No anticipes valoraciones por favor. No estoy diciendo que me parece divina la Divina Comedia, coincido contigo viendo en ella un instrumento eficaz para eso, para someter a la gente a través de uno de los recursos eficaces, mucho, el miedo… en este caso, el miedo al castigo eterno. Con esa obra se inauguraron purgatorio e infierno, con todas sus consecuencias. Yo, como tú, no tengo miedo. Sólo afirmo la pertinencia de detenerse a mirar la causalidad histórica de esa obra.

¡Pero ya, ya, ya! Eterna costumbre la nuestra de divagar de aquí para allá, aunque no nos perdamos nunca del todo. Solamente nos acorta el tiempo y sabemos de sobra que no lo tenemos, ¿no?

Volviendo a lo nuestro, de todos modos, aferrarse así al pasado es como estar muerta ya. Sin embargo, hay una gran diferencia entre recordar el pasado buscando lo necesario para gratificar el presente y lograrlo mejor, y sumergirse en él para evitar vivir hoy. ¡Qué interesante! Dependiendo de esa diferencia de perspectiva, el pasado puede ser luz o sombra. Porque de eso se trata en el fondo en muchos casos, de hacer de lo sucedido un recurso para mejorar hoy o el pretexto para no hacerlo. Ahora, sobre el pesimismo impregnado en la mirada mía a aquel momento pasado hecho presente, no me queda otra opción y vuelco la mirada atrás, muy atrás para responderla.

  • Mmm…Vas a desnudar la intimidad de tu ser ante mis ojos… ¿lo has considerado así? ¿Quieres hacerlo?

Sí, y lo hago feliz porque será liberador, ¿no? Como tengo la certeza de que quien me escucha no va a juzgarme podré darme el lujo de decirlo todo, sin miedos, complejos o vergüenza. Eso es invalorable, maravilloso… además, un acto de reciprocidad porque tú lo hiciste antes conmigo, pusiste tus memorias en mis manos.

Y ya, llegué hasta aquí donde estamos bajo esas circunstancias auspiciadoras de aquel estado de desaliento en mí. Aquí, donde decidí cubrirnos a los dos de todas las ausencias reparando las carencias y los olvidos, en un amoroso encierro transformado en un inconmensurable escenario de libertad. ¡Sí, sí, sí!, un maravilloso rincón donde ya no estamos ahora, no estoy ni volveré a estar jamás porque cuando te marchaste de allí se convirtió en una jaula gris y fría de la que salí corriendo después de guardarte muy adentro, donde desde el infinito y para toda la eternidad se instala la luz, esa que a veces es apenas un destello imperceptible, pero tiene vocación a transformarse, si queremos, en una llamarada irradiante, lo ilumina todo. ¡Sí!, te guardé en el corazón y me marché llevándote conmigo, pero la magia sigue pues ese lugar disipado en las penumbras del pasado creciente, cada día, todos los días, lo recreo con los sentimientos y vuelvo así al pedacito de mundo aquel tan claro, tan brillante que se me antojó desde el primer momento un espacio a salvo de la rutina, de todas las posibilidades de la mediocridad y de la falta de humanidad.

Fue clave para mí llegar. Por eso puedo ofrecerte hoy una sincera intención de explicarme sabiendo que al hacerlo voy a confundirme nuevamente, pues de eso se trata en el fondo, de seguir el camino interminable de los inicios y los finales. Así, voy a poner en ti mis relatos sobre sujetos y sucesos reales y aspirados, vividos y soñados, dulce y amargamente, con esperanza y con desesperación… relatos convertidos en los hijos de la libertad alcanzada junto a ti, como esencia, no sólo como estado, porque puedes a veces estar libre sin serlo de verdad. Y yo, contigo, nosotros, fuimos, somos libres. Vamos pues, tomados de la mano, bajo un cielo de verano, en busca de esas viejas y nuevas preguntas y respuestas.

2 Comments
  • Armando Leygue
    Posted at 11:55h, 27 junio Responder

    Es un himno al amor y como tal puede ser escuchado, leído tal vez… En un tiempo que es, que ha sido y que seguirá siendo….

  • Armando Leygue
    Posted at 12:07h, 27 junio Responder

    Es un himno al amor y como tal debe ser escuchado o leído… Se ve, ese sentimiento profundo que supera el transcurrir del tiempo….

Post A Reply to Armando Leygue Cancel Reply