Gisela Derpic | Una Historia… la Nuestra
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Una Historia… la Nuestra

Disiparon soledad y desamores acariciando con raudales de agua sus cuerpos, viejos y jóvenes, atizando fuegos incendiando todo, cada día.

– ¿Por qué tardaste tanto?

– Llegué justo a tiempo.

– ¿Te quedarás conmigo hasta el final?

– Sí.

Cuando la alumna está lista, llega al sensei. Descubrimientos y recordatorios de viejas y renovadas verdades, medias y parciales, completamente inacabadas, luces eternas encendidas.

– Sabes que no tenemos mucho tiempo, ¿no? – voz quebrada.

– Lo sé – brillo húmedo en la mirada.

– ¿Estarás conmigo cuando me vaya? – ansioso.

– ¡Sí! – llorando.

Años en minutos, décadas de 24 horas… vida completa. ¿El pasado? ¡Pisado! ¿El futuro? ¡Ahora! Solidaridad total, ternura plena, lenguaje y metalenguaje. Me rehago y te rehaces, por mí y por ti. Por los dos.

– Eres anarcocristiana – tierna identificación.

– Amo la libertad – en sincera confesión.

– Hay que ser en los demás – con Barrett.

– Gastar la vida por los demás – con Espinal.

El mismo rincón se hizo Olimpo, Shangri La y la tierra prometida… lo hicieron ellos, lo hiciste tú, lo hice yo, para ti, para mí, para los dos, para los demás.

Con luz intensa se alzó la valla inmensa. Amorosa y confiadamente nos refugiamos en los intersticios, deteniendo las embestidas de abyectos buitres que sobrevolaron hasta y después del momento de la muerte.

– ¿Te leo lo que escribí ayer? – apurada.

– El más hermoso texto: ¡Se publica! – conmovido.

– Te esperan tus padres y Ana – segura.

– Cuando me vaya te estaré esperando – convencido.

Penumbras. Tu cabeza cansada en mi hombro fraterno, mi mano desnuda en tu brazo dolorido. “Aquí estoy” susurran mis caricias. Cierro los ojos, me arrulla cadenciosa tu respiración. Bailando La lontananza de Modugno, como en nuestras tardes de romance.

De pronto, silencio, estrepitoso. Espero. Ya te has ido. Yo, contigo. Segundos de fría muerte en cuerpo y alma. Entonces te miro. Me miro. Te abrazo, te beso, me incorporo y salgo de la habitación ajena, amenazantemente ajena. Ya no estoy en el Olimpo, Sangri La o la tierra prometida.

– Tengo que salir de aquí – sin dudar.

Me llevo tus cenizas, tus cuadernos personales, los cuadritos y afiches. Te vas conmigo en el corazón. Magia o milagro, hemos vuelto los dos, nuevo y único renacido fractal entrópico, fuente de caótica armonía.

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