Gisela Derpic | UN CASCABEL AL GATO
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UN CASCABEL AL GATO

No hay mejor manera de descubrir las ideas enraizadas en la gente que hablar con ella, sin intermediarios. Ser docente universitaria ofrece la oportunidad de hacerlo a menudo, más aún cuando se imparten asignaturas relacionadas con asuntos jurídicos, sociales y políticos.

Tal tarea me ha procurado datos ilustrativos, sobre cuya base comparto reflexiones relacionadas con la situación actual de la democracia en el país y las posibilidades de recuperarla. Lo hago ubicando en el centro de la atención la necesidad de desmontar imposturas, como recomienda y hace Juan Claudio Lechín. También para alimentar las bases de la convergencia a ser construida, como reza el título del artículo de Gonzalo Flores disponible en tinyurl.com, en Brújula Digital del 01/03/2023 y en la página web de la Plataforma Ciudadana Una Nueva Oportunidad (U.N.O.).

Dicho esto, voy al grano. En un diálogo con jóvenes universitarios, como parte de la reflexión acerca de los desafíos éticos actuales, se preguntó: ¿quién debe proteger a los niños? Respuesta única, uniforme: “El Estado”. Sí. En franco desconocimiento del ordenamiento normativo vigente, a saber:

Art. 59 de la Constitución Política del Estado que establece la responsabilidad de los progenitores respecto del desarrollo integral, igualdad y cuidado de sus hijos, así como el papel del Estado y la sociedad en la garantía de “la protección, promoción y activa participación de las jóvenes y los jóvenes en el desarrollo productivo, político, social, económico y cultural, sin discriminación alguna, de acuerdo con la ley”.

Art. 32 del Código de las Familias que enuncia los derechos de hijas e hijos, conexo con el Art. 40 del mismo cuerpo legal, referido a los deberes de los progenitores para con ellos. En derivación de ambos, este código establece la asistencia familiar que obliga, según el caso, a los progenitores, hermanos y abuelos, conforme a los numerales 2, 3 y 4 del Art. 112. De igual manera, la vulneración de los derechos y el incumplimiento de los deberes por parte de los progenitores causa la suspensión o extinción de la autoridad paterna y/o materna, según regulación de los Art. 42, siguientes y conexos del Código Niño, Niña y Adolescente.

La respuesta de los jóvenes omite el contenido de esas disposiciones legales, dejando claro que “todos pueden alegar ignorancia de la ley”. Lo hace cometiendo un equívoco inadmisible: asume a los niños, en general, por principio y sin vuelta, como huérfanos, por tanto, es una mentira evidente por los argumentos expuestos, compartidos en el mismo diálogo. Así, son los padres y familiares señalados por ley quienes deben proteger a los niños, aun con el uso de la fuerza.

La misión del Estado es distinta:

a) La garantía de cumplimiento coactivo de las leyes mediante la activación del aparato jurisdiccional con todos sus organismos coadyuvantes, incluyendo la sanción a los infractores y el resarcimiento material y moral de los daños a los perjudicados; lo cual tiene que llevarnos al compromiso militante con la reforma del órgano judicial para detener su hundimiento en el pantano del sometimiento al poder, la corrupción y la incompetencia.

b) El diseño y aplicación de políticas públicas favorables a la niñez; sin sustitución alguna de los sujetos directamente obligados por el Estado, salvo casos extremos previstos por ley: niños abandonados sin progenitores identificados o huérfanos sin familiar alguno conocido.

No quedó ahí el diálogo. Habiéndose develado la mentira de aquella peregrina idea del Estado “padre general e indefinido de la población infantil”, alguien prosiguió afirmando: “Pero igual, para que los padres cumplan sus deberes, el Estado tiene que darles los medios necesarios: trabajo e ingresos”. Otra idea peregrina del Estado como “padre general e indefinido de toda la población”, y ésta, como una masa de dependientes de su infinita misericordia.

¿Qué modelo subyace en estas ideas? El que concibe al Estado como una entidad omnipotente y le reconoce poder ilimitado sobre todos los ámbitos de la vida ante la incapacidad de los humanos para tomar sus destinos con sus manos, con la ilusión de que solucione todos los problemas y satisfaga todas las necesidades, a cambio de la libertad.

¿Cuál es la fuente de tales ideas? Desinformación/adoctrinamiento, resultado de una siembra temprana y consecuente desde comienzos del siglo XX. Como afirmo en un trabajo inédito en espera de publicación, ideología de todos los tonos de rojo llegada en las valijas de los inmigrantes, combinada en ciertos casos con la promesa de salvación eterna; por tanto, gran ejemplo de colonialismo arribado para quedarse, agudizado en tiempos de descolonización reducida al vaciamiento del colon, como dicen el Vice y sus adláteres.

Grave… desafiante. Nos conmina a abrir los ojos, los nuestros y los de los otros. A entender con Escohotado que la verdad es la realidad, y que ésta es compleja.

A desmontar las mentiras. En eso estamos y seguiremos.

 

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