22 Ago SOBRE “HABÍA UNA VEZ… EN HOLLYWOOD” DE TARANTINO por Ricardo ZILVETY DERPIC
La filmografía de Quentin Tarantino se caracteriza por tener diálogos ingeniosos, referencias del cine y la televisión, un original uso de música popular, historias con personajes carismáticos que se meten en diversos embrollos o que buscan venganza, violencia sumamente estilizada y, desde 2009 con Inglourious Basterds, en imaginarse versiones alternativas de la historia (ah, y también por su obsesión con los pies, eso es muy importante). Su obra mezcla elementos del cine más prestigioso con los géneros comerciales y del cine de explotación, lo que le hizo ganar admiración como un artista original, pero también detractores que consideran que desperdicia su talento intentando embellecer basura.
Su última película, Había una Vez… en Hollywood, probablemente no cambie la opinión que uno tenga de él, pero sí podría sorprender a algunos por cómo ha combinado sus ingredientes en esta ocasión.
La película se desarrolla en el Hollywood de 1969, en ella el director rinde homenaje al mundo del cine que tanto ama, y las historias que nos cuenta exploran temas como la amistad y contrastan la alegría y el optimismo de la juventud con el pesimismo y la desesperación que llegan con la crisis de la mediana edad. Y es, tal vez más importante aún, un lamento por una vida que se fue demasiado pronto y que es recordada por razones por las que nadie debería ser recordado.
El Hollywood de Tarantino es bastante bonito y colorido, iluminado en el día por un sol radiante y en las noches por los letreros con estilos de la época, los cuales embellecen las calles y edificios en buen estado y la bonita decoración, todo acompañado con canciones de géneros populares que tanto le gustan al director. Es una imagen idealizada de ese momento y lugar.
La película cuenta historias separadas, algo que Tarantino hizo antes, pero la narrativa en este caso es un tanto diferente. A la falta de cohesión de las historias se suma el hecho de que, al desarrollarse en Hollywood, hay menos violencia que en sus películas de asesinos, soldados y vaqueros. Además, la película se dedica más a contemplar la vida cotidiana y las anécdotas de los personajes y no está conducida por un conflicto o una búsqueda que los lleve hacia un destino claro. Todo esto hace que la narrativa sea menos emocionante que la de otras películas de este director, pero para mi gusto lo compensa con buenas escenas que desarrollan los temas mencionados anteriormente.
Dos de los protagonistas son personajes ficticios: Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), un actor de shows de televisión western quien está preocupado porque su carrera se está estancando, y Cliff Booth (Brad Pitt), su mejor amigo y su doble de riesgo y que también le ayuda con otras tareas más.
La historia de Rick Dalton es la de un hombre quien está pasando por un mal momento en su carrera, tiene problemas con el alcohol y eso le causa problemas en su trabajo, los productores lo encasillan en ciertos papeles y no sabe qué hacer. El personaje de DiCaprio es el que expresa las emociones más intensas y representa bien el papel de alguien que siente que su tiempo está pasando.
Cliff Booth, en cambio, es una persona tranquila y sin grandes preocupaciones, hace bien su trabajo, es muy leal a su amigo, no tiene grandes preocupaciones y tiene unas escenas muy divertidas con su mascota, un adorable pitbull llamado Brandy, y otras donde coquetea con una chica hippie. Brad Pitt nos entrega un personaje que nunca pierde el control de sus emociones y con una serenidad y un encanto como los que mostraba en sus películas de La Gran Estafa.
El último protagonista es alguien que sí existió: Sharon Tate (Margot Robbie), la actriz que fue esposa del director Roman Polanski y que desgraciadamente murió muy joven de manera trágica a manos de los seguidores de Charles Manson (hecho que marcó una huella terrible en la historia de Hollywood). Margot Robbie da una buena actuación, aunque si alguien espera una Jackie Brown o una Beatrix Kiddo, saldrá decepcionado: Ella hace no dice ni hace nada tan interesante como los protagonistas masculinos, y su Sharon Tate es más un ícono, una idea.
Y, sin embargo, creo que Tarantino hizo algo bien. Sharon Tate tuvo la desgracia de morir a manos de unos lunáticos y su vida se convirtió en una nota en la historia de Charles Manson y de nuestra eterna fascinación por criminales. La Familia Manson fue una parte importante en la historia de Hollywood, y juegan su rol en esta historia, pero Tarantino no los glorifica, cumplen su parte pero no son más interesantes que los zombies en una película de horror. Los asesinos no salen de aquí como las estrellas, como en otras películas. Ícono o no, Sharon Tate es el corazón de la historia, Tarantino quiso que la audiencia se enfoque en la víctima, y las escenas de Sharon Tate le dan a esta película una tristeza atípica de algo hecho por uno de los chicos malos de Hollywood.
Con lo anterior no quiero decir que Tarantino haya dejado de ser quien es. Había una Vez… en Hollywood, no cambiará la opinión que uno tenga de él. Tiene violencia, tiene su filosofía problemática de combinar cine «artístico» con cine «chatarra» y su película ya causó controversias por diversas razones (incluso entre sus fans) pero muestra también un poco más de corazón y de interés en hablar sobre cosas serias. Me da curiosidad ver qué hará después.
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