Gisela Derpic | SEÑALES
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SEÑALES

¿Cómo saber dónde estamos parados si las noticias falsas nos inundan? ¿De qué manera podemos contra las imposturas que nos arrebatan razón y voluntad? La respuesta es simple y compleja a la vez, atañe a nuestra calidad de Homo sapiens, capacidad innata de la especie, cuyo desarrollo depende de su ejercitación sistemática. Sí, a nuestra capacidad de recoger y procesar información del contexto con la observación para ver, oír, oler, palpar y degustar intencionalmente, por una parte, y con la revisión de las fuentes disponibles, diversas y accesibles, para anoticiarnos de los acontecimientos de interés y de las opiniones de terceros sobre ellos por otra.

Las claves del éxito en tales cometidos son recuperar credibilidad en cuánto observamos nosotros mismos, contrastar fuentes diversas sin conformarnos con las que recomiendan nuestras amistades o los algoritmos de las aplicaciones y, vital, procesar los resultados logrados, analizándolos detenidamente, sin delegar esta tarea a terceros; esto es, sin dejar a otros que piensen por nosotros.

¿Qué señales recogemos día a día? Una tendencia general a la violencia, opción por resolver las cosas a gritos, amenazando e insultando, congruente con las noticias sobre muertes, violaciones y abusos. Incongruente con la proliferación de leyes drásticas para derrotarla, apuesta fascista al “control y disciplinamiento” —terminología del feminismo de “les” progres— como solución. Así, a más leyes contra la violencia, más violencia. A cargo de jueces y fiscales subordinados y policías semianalfabetas cargados de soberbia.

Como la corrupción y el crimen organizado, lo más pluri del pluri Estado, congruente con el contexto de tierra de nadie en el país, centro de negocios, diversiones y descanso de prontuariados internacionalmente, donde los dueños del poder intercambian acusaciones por hechos de corrupción, sin mayores consecuencias porque todos están en la misma olla. Incongruente con las leyes anticorrupción completamente ineficaces. Se atisba que la cultura popular ha confundido el bien y el mal, ha relativizado los valores en tributo al postmodernismo que al condenar la modernidad ofrece como alternativa el retroceso a las edades oscuras previas al renacimiento y a la ilustración.

Otra señal es la ausencia de Estado, la anomia, el “sálvese quien pueda” reflejado en titulares de cada día. El negocio de robo de vehículos que involucra a altas autoridades, el tráfico de toneladas de cocaína en BoA, la promoción e impunidad del avasallamiento de tierras y del despojo de inmuebles como estrategia política, así lo evidencian. La recompensa pública al ministro de Gobierno por su participación, de acción y omisión, en varios hechos de los citados, entre vítores de las hordas fascistas del régimen, confirma el grado de podredumbre del llamado “Estado plurinacional”.

El decaimiento de la prensa independiente y la perversión de los medios en “miedos de comunicación”, en palabras de uno de los periodistas más libres e indómitos, Humberto Vacaflor; efecto de la asfixia financiera y la persecución política a través del aparato judicial corrupto. El cierre de Página Siete es la señal más reciente de esta guerra para imponer el discurso único y dominar más y mejor.

La inscripción de Bolivia en el eje antioccidental del mundo como uno de sus aliados incondicionales, apoyando sin pudor la invasión a Ucrania, poniendo a su servicio los recursos naturales del país para su saqueo en medio de la mayor depredación medioambiental de la historia, se confirma con la entrega a Rusia y China del litio del Salar de Uyuni. El ingreso ilegal de tropas venezolanas al territorio boliviano es otra señal de la pérdida de la soberanía en manos de un régimen hincado ante Putin y sus cofrades.

Tremendo inventario negativo. ¿Hay algo de otro tono digno de mencionarse? ¿Hay esperanzas? Pues sí. El cuestionamiento de la violencia como arma contra la violencia desde la Pastoral Penitenciaria de Tarija en una firme convocatoria a mirar en el fondo para encontrar las causas profundas que llevan a seres humanos a cometer actos atroces. En términos jurídicos, la crítica al punitivismo populista cuyos resultados parecen ser más violencia y delito, y más hacinamiento carcelario con lesión de derechos y garantías de por medio.

Y están también el trabajo de periodistas como Andrés Gómez que obliga al poder a actuar contra altas autoridades por hechos de corrupción que protagonizan. Las más de 800 mil firmas por la reforma judicial, recogidas bajo ataque encarnizado desde el régimen. La lucha de senadores y diputados de oposición en el camino a la fiscalización y la denuncia de los abusos de poder, con algunos resultados efectivos. Las voces en pro de la verdad, la democracia y los derechos humanos desde todos los espacios de opinión disponibles. La personificación de la decisión inclaudicable de continuar con certeza de victoria es la gigante figura de una pequeña mujer, Amparo Carvajal, en su vigilia por los derechos humanos. Como ella, en todos los frentes, ¡vamos a seguir!

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