Gisela Derpic | REFLEXIONES SOBRE EL CURRICULUM UNIVERSITARIO
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REFLEXIONES SOBRE EL CURRICULUM UNIVERSITARIO

  1. Entre mis asuntos preferidos está aquello que he venido haciendo en los últimos 30 años: educación superior; tan preferido que ha sido el motivo de mis más dedicados estudios y, más importante, tareas. Sin falsas modestias, me considero una experta en la materia y en tal condición elaboré una síntesis de aspectos relevantes a propósito de algunos eventos destinados a la aprobación de medidas de mejoramiento curricular de las carreras de Derecho en la Universidad Católica Boliviana “San Pablo”. La muestro con la esperanza de que pueda ser de interés para alguien.
  • El curriculum es un proyecto educativo cuya base de sustentación comprende fundamentos filosóficos, sociológicos, pedagógicos y psicológicos, todo vinculado con una gnoseología orientadora del desarrollo del aprendizaje.
  • A estas alturas, es indiscutible la urgencia de aplicar una concepción curricular sistémica en la cual las premisas de inicio son una de las claves determinantes para los procesos y los resultados de aprendizaje.
  • Si la admisión estudiantil es muy flexible por la razón política o financiera que fuera, la institución educativa superior a cargo tiene el deber inexcusable de alcanzar una alta eficiencia terminal CON CALIDAD para a la vez ser pertinente; es decir, asumirá las consecuencias de su política de admisión con responsabilidad hacia dentro y fuera. Lo contrario es facilismo imperdonable.
  • Sistematización de la información emergente de la regencia de docencia universitaria en los últimos cuatro años en Tarija evidencia en los bachilleres a su ingreso que a las insuficiencias lógicas y comunicacionales y de anclaje cognitivo general recurrentes desde hace décadas, se ha venido añadiendo un déficit importante en materia actitudinal respecto del aprendizaje.
  • Estos son rasgos de una problemática general en el mundo y si bien se han ido diseñando algunas estrategias curriculares y didácticas adecuadas para superarlas, más o menos eficaces, no han sido incorporadas en las universidades bolivianas donde todo parece reducirse a la adopción teórica de los enfoques en boga sin afectar positivamente el hecho pedagógico cotidiano que es el que en verdad importa.
  • La incorporación de la enseñanza de la lectoescritura en las universidades bajo estrategias metodológicas adecuadas a educación superior, los programas de auspicio del desarrollo del autoaprendizaje en aula, la instalación de espacios integradores de contenido sobre la base del trabajo estudiantil con el objeto de la profesión y la promoción de la investigación vinculada a la práctica profesional a lo largo del plan de estudios, en distintos niveles de sistemicidad, no sólo no han sido tomados en cuenta sino desplazados por actividades sin contenido con significación pedagógica real, todo en un contexto desinteresado por la calidad.
  • Como efecto, el desarrollo curricular se atiende en las famosas reuniones sectoriales que reducen su trabajo a la adición y supresión de asignaturas sin la constatación empírica de la situación real del sistema, contrastada finalmente con la situación deseada emergente de la concepción curricular adoptada la cual, según declaraciones oficiales del sistema universitario boliviano, tiene como eje al perfil profesional.
  • Se añade que este proceso tiende a llevarse a cabo sin orientación especializada de profesionales expertos en pedagogía que pueden o no ser del ámbito de la carrera en cuestión. Peor aún, no es regular que los pedagogos trabajen en las universidades en el área de su especialidad, siendo sustituidos por psicólogos, sociólogos y otros de cualquier profesión.
  • Tampoco los ajustes curriculares emergentes de las reuniones sectoriales están articulados con las autoevaluaciones –con y sin fines de acreditación externa- que se realizan esforzada y forzadamente sólo para lograr dicha acreditación que se ha convertido en un requisito meramente formal. Por consiguiente, los estándares de calidad de la educación superior en general y de la profesión concreta en particular no son tomados en cuenta.
  • Con respecto a la formación de profesionales del Derecho, se manifiesta falta de respuesta del plan de estudios a las características del modo de actuación de la abogacía, siendo una debilidad extrema la falta de comprensión de la sistemicidad normativa que tendría que procurarse a través de la incorporación de contenidos didácticos apropiados derivados del modo de actuación del abogado, bajo su consideración como invariantes. Teoría del Derecho y Derecho Constitucional podrían albergar tales contenidos. También Lógica y Argumentación Jurídica que no debiera corresponderse con una posición iuspositivista secante, sino más bien en función de la multidimensionalidad del Derecho reconocida en la primera mitad del siglo XX.
  • La integración de los contenidos a efectos del desarrollo competencial de los estudiantes solamente es posible si se realiza un esfuerzo sistémico y sistemático en todas las asignaturas a través de la programación de actividades con el objeto de la profesión. Sin embargo, eso no es suficiente, se requiere que la práctica profesional, bajo cualquier nombre que se le dé, sea fortalecida y la investigación incorporada, ambas a lo largo del proceso, debiendo establecerse cíclicamente su evaluación.
  • Si se pretende, como es deseable, elevar el nivel de formación al postgrado como determina la concepción de la educación de avanzada desarrollada en la segunda mitad del siglo pasado en países del hemisferio norte, la investigación tiene primer orden de importancia. Es conveniente recordar que los grados académicos –licenciatura, maestría y doctorado- acreditan que el profesional ha desarrollado en cierto nivel de complejidad su competencia investigativa. Pretender que no todos los estudiantes de licenciatura tienen que hacer investigación es desnaturalizar la academia en su expresión estricta. El fracaso estudiantil en la elaboración y defensa de las tesis de grado es atribuible a los fallos curriculares y al desempeño docente, no al estudiantado, y renunciar a esa modalidad de graduación implicaría rendirse a una evidencia vergonzosa para quienes dirigen las instituciones de educación superior y sus asignaturas, abdicando entonces las universidades de su naturaleza y su misión. Por consiguiente, lo recomendable es incorporar la disciplina investigativa a través de asignaturas en reemplazo de otras que no tributan en modo alguno al perfil profesional.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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