Gisela Derpic | POLY
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POLY

Conocí a Policarpio Orgáz Chirinos, Poly, cuando él y su hermano mayor, Lorenzo, retornaron a Potosí de Buenos Aires, Argentina, donde habían ido a formarse como peluqueros, adiestrándose en las técnicas de última moda en aquellos comienzos de los años ‘60. Siendo una niña de kindergarten quedé impresionada por el extraño trabajo que atestigüé hicieron en las cabelleras de las mujeres de mi familia, a domicilio, sorprendida por el manejo de tantos instrumentos y sustancias de olores penetrantes, maravillándome de cuán radiantes quedaron después de horas, con aquellos rulos y peinados. Poly y su hermano se me antojaron una suerte de magos.

Ya luego montaron su salón de belleza en el centro de la ciudad, donde con sus esposas -las hermanas Raquel y Felicidad Fernández, casadas con Poly y Lorenzo respectivamente- prestaban sus servicios a una nutrida clientela, predominantemente femenina. Era el “Lyfar”, escenario de deslumbrantes transformaciones con elaborados peinados hechos a novias y quinceañeras, reinas y predilectas de todas las edades, así como de arreglos semanales a mujeres ancianas, maduras y jóvenes; solteras y casadas, esposas y madres, viudas y divorciadas, maestras, oficinistas y funcionarias de entidades públicas y privadas. Todo mientras se hojeaba las decenas de revistas con fotografías de los más variados cortes y peinados, al son de canciones interpretadas por los grupos y solistas de moda que los propietarios del local mantenían al día: Dúo Dinámico, Rocío Dúrcal, Leo Dan, Estela Raval y los 5 Latinos, Sandro, Domenico Modugno, Los Iracundos, Los Ángeles Negros…

“Lyfar” era un lugar de grato encuentro humano para la conversación entre clientes a la espera de ser atendidas por los eficientes profesionales del peinado y la estética del cabello, de cuya calidad, deferente atención y proverbial discreción doy fe. Si escuchaban confidencias y chismes que menudeaban, quien sabe con frecuencia, es un misterio, pues nada en sus expresiones faciales lo denotaba, y nunca, en cuanto me concierne, se escuchó de ellos alusiones o comentarios al respecto. Sí, “Lyfar” fue un refugio donde cada persona se sentía segura, en un ambiente de confianza donde además se sabía importante y muy bien recibida.

“Lyfar” era un centro que daba trabajo a jóvenes mujeres que allí se ganaban la vida con dignidad mientras aprendían los secretos del oficio, hasta independizarse y abrir sus propios salones, lo cual Poly comentaba con satisfacción, sintiéndose parte de tal éxito.

Años después, cuando Lorenzo Orgaz, el hermano mayor, falleció, Poly y su esposa fundaron una compañía: “Poly Peinados Pussycat”, en la cual el salón de belleza adjuntó el “Instituto de Belleza Integral Potosí”, para la capacitación en el área de la peluquería y la estética del cabello, lo cual derivó en la acreditación de competencias laborales a cientos de mujeres diplomadas con valor legal, habilitadas para trabajar.

Para entonces Poly no solamente había continuado su proceso de actualización en cursos y competencias en las principales capitales sudamericanas; profesional de vocación y talento, además había ido a Estados Unidos de Norteamérica a estudiar, poniendo su tiempo y recursos en una inversión para elevar la calidad de su servicio a su clientela allá, a más de 4000 metros de altura, en su tierra natal. Tuvo una gran capacidad para adaptarse a los cambios, para ponerse a tono con las características del contexto, lo que le valió cultivar relaciones de amistad con personas de tan distintas generaciones; desde las abuelas hasta las nietas, ganándose la estima y el respeto de ellas.

Poly fue un hombre de bien, entero. En el ámbito de su especialidad hizo tanto con su talento para elevar la autoestima de cientos de mujeres descorazonadas por fracasos, frustraciones y desengaños, devolviéndoles confianza y alegría. Sus rostros iluminados por el entorno logrado por esas manos expertas, reflejados en las lunas de los espejos antes de marcharse del salón así lo prueban. Colección de pasarela en los corazones de él y de ellas.

No sólo eso. Su apuesta por la capacitación revela una experiencia auténtica de promoción de las mujeres que reconozco y admiro, sostenida en una verdad irrefutable: la dignidad y los derechos están vinculados con la autosuficiencia económica, no con cuántas consignas y amenazas se gritan, ni con el color del pañuelito en el cuello. Sobre tal base, Poly sí ha contribuido objetivamente con la causa femenina.

Él y su esposa fueron una pareja maravillosa, unida en amor y fidelidad, de esas que vale la pena que sólo la muerte separe, como les sucedió. En plena pandemia por el COVID19, en julio de 2020, partió la señora Raquel, y Poly, sin haberlo planificado ni querido, se marchó a vivir con sus hijos en Santa Cruz de la Sierra donde exhaló su último suspiro este 28 de septiembre. Sus restos serán enterrados en Potosí.

Descansa en paz, querido y recordado Poly, te quedas en los corazones de tus amigos. Estoy entre ellos.

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