Gisela Derpic | PATRIA Y VIDA
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PATRIA Y VIDA

Marx ignoró a las personas y centró su mirada en las clases. Postuló aniquilar la conciencia individual en pro del hombre-masa para construir la igualdad material y consolidar el socialismo, que se ciñó fielmente en todas partes al marxismo como demuestra en Cuba el grado de vulneración de la libertad y la igualdad formal, desde 1959 hasta ahora. Isla “prisión” con más de 200 cárceles, 100 mil presos comunes y más de 1300 presos políticos y/o de conciencia, de los cuales al menos 40 son niños. Tarea hecha. La otra, igualdad material, incumplida, como se constata por los datos sociales y económicos ya publicados, prueba clara de las desigualdades entre el nivel capitalista, de la cúpula formada por la familia Castro y sus allegados y el núcleo superior de militares, privilegiados por su poder total sobre el patrimonio que se supone público y como socios de empresas extranjeras afincadas en la isla; el feudal, de la población en general, mísera y sin alternativa, con cuentapropistas y productores agropecuarios asfixiados por requisitos, condiciones y restricciones, burocracia, impuestos y control; y el esclavista, de los “cuadros, profesionales y atletas” sometidos a trabajos forzados vía el terror, con la complicidad de estados y organizaciones internacionales como la OMS.

Es el socialismo, formación social indefendible, decadente objetiva y subjetivamente; punto de arribo de la “revolución” en su salto al pasado donde se queda condenando a la mayoría privada de su libertad a la igualdad en la más profunda pobreza, sin empleo digno, sin alimentos y agua, sin servicios decentes de salud y educación.  No hay un solo caso socialista distinto; todos retornan al estado de naturaleza según el pensamiento hobbesiano donde el hombre es el lobo del hombre; el Estado se pervierte en poder con violencia institucionalizada y el Derecho en decisiones arbitrarias de ese poder, inconexas y contradictorias; todo en medio de la ruina económica y social. Ese es el modelo que no vamos a permitir se imponga en Bolivia.

La explicación es sencilla: la vigencia de la libertad y la igualdad formal deviene de una decisión tomada desde el poder democrático respetuoso de la dignidad y los derechos humanos. Es una cuestión de voluntad. En cambio, la vigencia de la igualdad material depende de la disponibilidad de recursos para financiarla; es decir, de la generación interna de riqueza para distribuir. El socialismo no es capaz de conseguirla, como se ha demostrado superabundantemente, por sus fallos intrínsecos de concepción, pues la exclusión de la libertad y la igualdad formal, condena a la igualdad material, dado que forman una unidad, son dimensiones correlacionales y ningún proyecto negador de una procurará efectivamente la otra. Por eso, el socialismo no es anulable ni perfectible; es nulo, está condenado a perecer, aquí y allá, antes, ahora y siempre, tarde o temprano.

Desde el 1 de enero de 1959 han pasado 63 años en los cuales los Castro destruyeron la Cuba que buscaba libertad y prosperidad, implantando el modelo estalinista con propaganda y terror. Más de seis décadas de resistencia y lucha de miles de personas no resignadas, una ruta salpicada de eventos como la “Guerra del Escambray”, estrategias como “Plantados”, desde 1960 sin cesar. A finales del siglo XX, surgieron los movimientos de jóvenes luchando con arte y pensamiento independientes: Los Aldeanos, Demóngeles, Matraca, OVNI… En el siglo XXI son emblemáticos el Instituto de Activismo Social Hannah Arendt, y el Movimiento San Isidro. Llama encendida, de las que no se apagan, pese a la decisión del poder totalitario cubano de declarar irrevocable su modelo en esa mera ley orgánica, llamada “constitución” de 2019, revelando así una paradoja: la “revolución”, palabra que tiene como sinónimos: mutación, cambio, modificación, transformación, progreso, innovación, renovación, en Cuba  significa inmutabilidad, degenerando en conservadurismo radical, mientras  quienes promueven cambios son acusados, perseguidos, encarcelados, muertos o exiliados por “contrarrevolucionarios”.

El 16 de febrero de 2021 se estrenó la canción “Patria y vida”, de Yotuel Romero, Beatriz Luengo, Alexander Delgado y Randy Malcom de “Gente de Zona”, Descemer Bueno, Maykel Osorbo y El Funky. El video clip, dirigido por Asiel Babastro, tiene más de 10 millones de vistas en YouTube, y la canción es un himno de la libertad, convocatoria a la lucha para alcanzarla, habiendo logrado dos premios Grammy. En él se unen la Cuba de adentro y del exilio en los hermosos raperos mulatos que han desplazado en el imaginario cubano a los blancos barbados de los años 60, tirando abajo la consiga “patria o muerte”, devolviendo a la “patria” su calidad de hogar amoroso que abraza a quienes son y quieren ser sus hijos, por encima de cualquier ideología, para darles la oportunidad de, en palabras de Tania Bruguera, “vivir con dignidad”.

El 11 de julio pasado, miles de personas se lanzaron a las calles en Cuba pidiendo eso, libertad y vida con dignidad. La reacción del poder ha sido brutal, apresando a un millar de personas, condenándoles en juicios sumarios a penas de hasta 20 años de cárcel. Maykel Osorbo y Luis Manuel Otero Alcántara están presos ahora mismo. Carla Gloria Colomé, periodista independiente, publicó en la revista “El Estornudo” el reportaje “11 de julio en San Antonio de los Baños: Lo que se ve/lo que no se ve”. El texto revela la fuerza de lo que está bullendo en la isla, cuya realidad ratifica la urgencia latinoamericana de tirar abajo ese muro de Berlín construido hace 63 años en el Caribe, infiltrado para pervertirlo todo a su imagen y semejanza, como lo prueban el desastre venezolano y el nicaragüense. Tributar democráticamente a esa caída es vital, por nosotros y por quienes vendrán más tarde, y porque nadie se emancipa si no es emancipando también a todos los demás. Vamos a hacerlo.

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