Gisela Derpic | OCTAVO MANDAMIENTO, FREI BETTO
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OCTAVO MANDAMIENTO, FREI BETTO

“Mentir”, según la RAE, es “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa, inducir a error, fingir y aparentar”. WordReference.com aporta entre sus sinónimos “inventar”. “Mentiroso” es embustero, engañoso, falaz, farsante, mendaz, entre otros. En general, el abordaje de la mentira corresponde a los ámbitos de la moral o de la religión, arrancando su historia muy atrás, según se constata de las menciones a ella en normas y escritos muy antiguos, como la Biblia y el Corán. Constituye delito en casos especiales, como en los tipos de los Arts. 162 – 169 del Código Penal Boliviano, acusación y denuncia falsa, simulación de delito, autocalumnia y falso testimonio.

Aunque sobre la mentira se alegan bondades y se escribió hasta un elogio, a efectos de este texto interesa su connotación inmoral; es decir, su negación del bien al adulterar la verdad. El motivo para escribirlo son las expresiones de Frei Betto, fraile dominico brasileño, asesor del régimen cubano en materia de soberanía alimentaria y educación nutricional, ampliamente difundidas por los órganos oficiales comunistas de la isla en diciembre de 2021. “En Cuba no hay hambre, ¡pero los cubanos tienen mucho apetito! (…) el gobierno gasta más de 2.000 millones de dólares al año para importar alimentos, incluso de Brasil, al que le compra, entre otras cosas, arroz y pollo». Responsabilizó de la crisis actual de Cuba al bloqueo norteamericano, a tiempo de remarcar que “para lograr tener éxito es vital lograr una «educación nutricional» del pueblo que incluya sustituir la carne por otros productos como los frijoles, las lentejas, el maní y el aguacate.”

El Informe IV del Observatorio de Derechos Sociales de Cuba de 2021 cuyos datos constan en el artículo “Agua y pan en Cuba” publicado en este mismo medio, establecen que el 45% de la población ha tenido que privarse de una comida al día en 2021, que el 73% afirma que la alimentación de su familia es deficiente y el 52%, que la libreta de abastecimiento cubre sus necesidades sólo por 10 días al mes. No por nada el grafitero Yulier P. habrá pintado en paredes de La Habana a alguien comiéndose sus propios huesos.  La explicación es sencilla y terrible: el país no produce alimentos y no tiene los recursos para importar todos los que necesita. No los produce por el modelo estatista y centralizado que aplica, negador de toda libertad para una economía privada y sostenible. Por algo los campesinos “independientes” rechazan lo que consideran el modelo fracasado de agricultura estatal impuesto por el castrismo. Y la falta de recursos para importar los alimentos que necesita se debe a la improductividad e ineficiencia del mismo modelo que se mantiene a condición de tener subsidios desde afuera, hoy inexistentes.

Si así va la agricultura, no es mejor con la ganadería, habiéndose convertido la carne en producto inaccesible por la liquidación de las cabezas de ganado a raíz de las políticas del régimen desde 1959.  ¿Y la pesca? Estatal, es exclusiva para la exportación, provocando esto la surreal situación de una población isleña que no consume pescado ni frutos de mar.

EEUU son los principales proveedores de alimentos para Cuba. El pescado que consumen los cubanos después de hacer interminables colas en las bodegas estatales, llega en especial de Kentucky y supera las 35 mil toneladas anuales. No es el único caso. Cuba importa otros alimentos de Alemania, Argentina, Brasil, Canadá, China, España e Italia, entre otros. Extraño bloqueo con intercambio comercial, ¿no?

El teólogo brasileño se ha puesto, y no por primera vez, por cierto, en una situación de sospecha:  o miente pues está diciendo lo contrario de lo que sabe, cree o piensa, o, por el contrario, no tiene información acerca del objeto de sus declaraciones. En cualquiera de los dos casos, es altamente reprochable pues si miente, está faltando a uno de los mandamientos de la ley de Dios que como hombre de la Iglesia está más impelido de observar que otros, y si no sabe lo que dice, lleva a cuestionar que esté desempeñando en tales condiciones una función que le reporta ingresos por una experticia de la que carece.

Al internarme en la Internet tras información acerca de la situación real de Cuba, he descubierto con sorpresa que una buena parte de quienes escriben justificaciones a las atrocidades de la dictadura militar cubana, son profesores de universidades católicas. Tal vez ignoran o prefieren olvidar, para continuar siendo miembros de la caterva, que este régimen ha atropellado permanentemente los derechos humanos de los creyentes en algo más que en la “revolución”. Tal vez sus razones tengan que ver con la afirmación del pensador e investigador Antonio Escohotado, con respecto a que el “ismo” en cuestión es el “pobrismo”, la sacralización de la pobreza como camino de salvación, aquí y allá.

En cualquier caso, ojalá el teólogo no olvide el octavo mandamiento de la ley de Dios: “No darás falso testimonio ni mentirás”.

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