01 Mar NUESTRA AGENDA
La reciente aseveración de Leopoldo López, líder político venezolano exiliado, acerca de Bolivia fue contundente: “Claramente Bolivia ya pasó la raya porque en Bolivia ya hay presos políticos (…). Yo te diría que los regímenes que lo primero que buscan estos regímenes… buscan estrangular el sistema democrático, es controlar la justicia, controlar la libertad de expresión y controlar la fuerza pública”. Al respecto, Ricardo, joven economista de mi círculo de afecto y confianza, reflexiona: “Ese mensaje debería llegar a los políticos bolivianos, porque más allá de cuán cierto sea o cerca de serlo esté lo que López dice, necesitamos políticos que se tomen en serio esta situación (…). En Bolivia la oposición no tiene un rostro, alguien con seguidores, alguien que les señale un rumbo. Se necesitan líderes, una oposición articulada. Aquí no tenemos a nadie que sea un referente a quien se pueda seguir, apoyar… no nos sentimos realmente representados. Necesitamos opciones. Pese a la mayor vulnerabilidad de los políticos bolivianos por el quiebre del estado de derecho, mi preocupación es que quienes tienen que pensar seriamente qué hacer para evitar que seamos Venezuela, son los políticos, no somos los ciudadanos. Parece que ellos no están pensando en eso, en la gravedad de la situación, ni en lo preocupados que estamos nosotros por no tener una opción que nos represente, líderes de verdad, una oposición verdadera. Y ese es el problema. No es suficiente que vaya un político a llamarle “tilín” al presidente o decir que “esto no es Cuba ni es Venezuela”. Tienen que actuar políticamente, organizando sus propios partidos. Los políticos no deben seguir esperando que todo lo hagamos los ciudadanos”.
Palabras impactantes, profundas y acertadas, pues en efecto, los desafíos a responder en pos de la restitución de la democracia y el estado de derecho son muchos, y no se vislumbran señales de estar siendo considerados por aquellos que han hecho de la política su oficio. Al contrario, se ve una “consecuencia” en los errores cometidos desde 2006, escuchándose voces que anticipan, en modo agorero o, peor aún, como sabia conseja, que habrá reincidencia en ellos. Uno de tales errores, motivo de fundado reclamo ciudadano, es la falta de unidad para la contención y derrota de la arremetida autoritaria. Sí, de unidad, respecto de la cual Susana Seleme afirma en su artículo “Unidad política para volver a decir no”, publicado por Cabildeo Digital el 23/02/2023 que: “requiere mucho más que una candidatura: se construye escuchando con la mirada abierta [¡gran expresión la de Susana!], paso a paso, siendo el último, la candidatura y el nombre”. La singularidad de los términos finales es inequívoca y sólo puede resultar de un esfuerzo mayor porque requiere de los políticos vencer miedos y egos.
Ese “mucho más” abarca: una estructura donde los ciudadanos nos articulemos, ejerciendo nuestro derecho/deber de participación en diferentes grados y formas, resolviendo la dispersión, duplicidad y transitoriedad de las iniciativas improvisadas cargadas de buenas intenciones, condenadas a la ineficacia; un nivel de conducción que combine experiencia, capacidad y renovación, con mirada de largo alcance para evitar el mero coyunturalismo que nos lleva a las anécdotas sin trascendencia; un catálogo de principios comunes que defendemos, identificando aquello que hay que hacer sin excusa y lo que no, sin tolerancia, patentando en la acción el sello que marca nuestra identidad; el repaso sistemático de las lecciones del pasado para no favorecer ilusamente al régimen con medidas cargadas de pasiones y hormonas, carentes de sentido y efectividad, como cuando se pretende un “revocatorio” cuyo resultado será fortalecer al adversario por encima de sus divergencias internas.
Así avanzaremos, sin mesías destinados a caudillos incompatibles con un proyecto democrático, sean o no letrados. Con líderes, en plural, por razones de representatividad y de renovación ante los embates de un poder autoritario liquidador del estado de derecho que judicializa la política. Con líderes, de verdad, responsables de conducir a la ciudadanía activa en sintonía democrática. Lejos del “basismo”, trampa falaz que convierte a la masa en emisaria divina y a los dirigentes en altoparlantes de consignas muchas veces insensatas y/o manipuladas desde la vereda opuesta.
Agenda recargada, surtida e ineludible. Para no cansarse y no rendirse. A ejecutarse combinando acción y reflexión. Dividiendo el trabajo como se debe. Parafraseando a Juan Claudio Lechín en su última entrevista con Maggy Talavera, participando en cuanto escenario político se abra, incluyendo las elecciones, pese a las reglas torcidas, al padrón contaminado, al árbitro bombero, con claridad sobre los objetivos a cumplir: unir, organizar y movilizar en torno a propuestas, desnudando la impostura. Según acertado apunte de Agustín Laje, tomando el poder para llegar al gobierno y no a la inversa. En acción pedagógica para la libertad.
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