Gisela Derpic | NI INFALIBLES NI INMORTALES, HUMANOS
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NI INFALIBLES NI INMORTALES, HUMANOS

Comienzo de año. Se suceden pensamientos en maraña de sinsabores, frustraciones e incertidumbre. Aplastan las despuntantes satisfacciones por algunos logros, pálidos a ojos vistas. La pandemia de COVID19 y la situación política después del 18 de octubre hacen escenario – síntesis del discurrir de las aguas de la historia reciente, con nosotros equilibrando a duras penas sobre ellas.

Se entreveran las expectativas emergentes de la gesta pacífica de “las pititas” y su victoria democrática que dejaron colar aire fresco disipando algo el ambiente enrarecido por catorce años de autoritarismo populista con olor a precursores, boleos y alcohol; el sobresalto ante las noticias sobre el virus desconocido provocador de histeria colectiva, como toda peste; la incredulidad por el pronto retorno de los cercos y bloqueos, componentes de la estrategia de fraude y mentira de los fanáticos apostadores a la guerra civil; el desaliento por los desaciertos, por acción u omisión, de aquello llamado oposición y ahora sabemos es un fantasma; la paranoia por el contagio acelerado con la dantesca imagen de muertes acumuladas de prisa, dejando el luto pendiente hasta otra ocasión, fuera y dentro de los corazones; los números electorales contradiciendo previsiones y deseos del contingente hastiado de la impostura, el abuso y la ilegalidad; las sombras sobre su limpieza refutadas por extraños contendores del continuismo decididos a defender su derrota a cualquier costa, negándose y negándonos el derecho a la duda; la judicialización de la política por quienes hacen cínico uso del poder judicial para anular a sus adversarios y/o beneficiar a sus lacayos en procesos espurios digitados por leguleyos convertidos en fiscales, jueces y magistrados, y por quienes acuden a la práctica forense en reemplazo de la acción política ajena a su experiencia, desconocida para ellos; la compra de  dudosas y caras vacunas rusas en los países alineados detrás de Putin, Bolivia uno de ellos; el cierre efímero del agujero de ozono (otra vez), quien sabe por efecto fugaz de las medidas de cuarentena; la multiplicación de alianzas electorales departamentales y municipales, agencias de colocación para ganar dinero y poder, siglas vacías, con su sicodélicas listas de beneficiados por los “dedazos”,  síntomas de la descomposición del sistema político que pone en cuestión si podremos salvar a la política y así salvarnos nosotros también; los verdaderos rostros de las personas descubiertos por la peste y por el poder…  Potente mezcla.

Cual suma transformada en producto, un haz de luz se enciende, ase mi mano y me interna hacia las profundidades en búsqueda de la comprensión de lo sucedido para seguir viviendo, osado sentido correlacional de la afirmación de Kierkegaard: “La vida solo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia adelante”. Intento desenredar la madeja dejada por el 2020 y continuar tejiendo las rutas de mi existencia, de la única manera que la concibo desde mi adolescencia: haciendo política. Necesito encontrar alguna clave para lograrlo. Vuelven las preguntas, recurrentes hasta en los silencios: ¿cómo pudo pasar esto?, ¿sobreviviremos?, ¿por qué fuimos tan estúpidos?, ¿cuándo llegará la vacuna?, ¿estuvimos ciegos?, ¿tenemos oportunidad?, ¿creímos que haciendo lo mismo el resultado sería distinto?, ¿nos contagiaremos?, ¿qué será de nosotros?, ¿por qué tantos errores?, ¿hay salida?, ¿qué nos pasó? Descubro la angustia cuyos fundamentos subyacentes fueron dejados en la subconsciencia por los instintos que sonríen con sorna ante los esfuerzos de la razón empeñada en disiparlos.

Continúo la osada tarea y creo –cuestión de fe, improbable e irrefutable, por tanto- haber encontrado la clave de esa comprensión. Nos hemos creído inmortales, queremos serlo. Nos hemos creído infalibles, no queremos errar. Olvidamos que somos HUMANOS, mortales y falibles. Dejemos pues para dioses y demonios, la perfección positiva y negativa, la negación de falibilidad y mortalidad. Recuperemos nuestra humanidad y, sabiendo que fallaremos una y mil veces más, volvamos a la acción, viviendo intensa y apasionadamente mientras llegue nuestra muerte.

1 Comment
  • Camilo Zilvety Derpic
    Posted at 19:43h, 01 febrero Responder

    ¡Tremendo texto! No hay que perder de vista la condición mortal, imperfecta, humana de todo el mundo.

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