Gisela Derpic | MISERICORDIA, ESO TAMBIÉN
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MISERICORDIA, ESO TAMBIÉN

Entrado ya el siglo XXI, siguen los contextos donde el dolor y sufrimiento se extienden hacia incluso millones de personas, y no por causas naturales solamente. Entre ellos, los regímenes dictatoriales respecto de los cuales ABC Internacional el 27/07/2021 señala: “Según el informe de The Economist de 2020, actualmente en el mundo existen 23 territorios con democracias plenas, 52 con democracias imperfectas, 35 con regímenes híbridos y 57 con autoritarios. Solo aproximadamente la mitad de la población mundial, el 49,4 %, vive en una democracia y tan solo el 8,4 % reside en un territorio con una ‘democracia plena’. Así, más de un tercio de la población mundial se encuentra bajo un gobierno autoritario, con una gran parte en China.”

En el ranking de la misma publicación, Cuba, Nicaragua y Venezuela se ubican entre los peor calificados. A estas alturas, El Salvador tendría que acompañarlos y, después de la liquidación de la separación de poderes operada por los esbirros del régimen en función judicial el viernes 15/07, al atribuirse competencias del legislativo y otorgarle otras de él mismo al ejecutivo en materia de designación de autoridades, Bolivia también.

La cancelación de los derechos humanos y sus garantías, la concentración del poder, la imposición del pensamiento y el partido único, la aplicación  del  derecho penal del enemigo, el incremento de los presos políticos y de conciencia, la miseria campante por los modelos económicos fallidos, las diferencias sociales por los privilegios causados por el poder ilimitado que avala la corrupción y la criminalidad a gran escala, la condena al silencio como estrategia de sobrevivencia ante el abuso y el terror…, todo ello provoca dolor y sufrimiento en un cuadro desolador largamente abordado desde la ciencia y la política como acción típicamente humana esforzándose por sobrevivir a la violencia institucionalizada, sin avizorarse el momento de la aplicación de los resultados del esfuerzo en función del mejoramiento de la realidad, y sin por eso declinar la convicción de seguir tozudamente haciéndolo.

Retomo sobre esa base la necesidad de incursionar en la tarea también y en especial, desde la ética, apelando a las nociones básicas que atañen al bien; enfatizando no en la razón sino en la sensibilidad, reconociendo el déficit de los sentimientos y las emociones en el quehacer de muchos decididos a “salvar al mundo” solamente con ideas. Mirando de una vez a las personas con nombre y rostro concretos, o anónimas diluidas en las cifras de las víctimas; todas integradas en el fenómeno humano en términos de la esperanzadora concepción de Pierre Teilhard de Chardin. Y en tal propósito, no encuentro mejor palabra para una convocatoria abierta al compromiso, que “misericordia”, superando cálculos y diferencias de cualquier índole.

“Misericordia” (lt: miser (miserable, desdichado), cor, cordis (corazón) y el sufijo ia), virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos (RAE) o capacidad de sentir la desdicha de los demás. Sinónimo de piedad y compasión relacionado con la solidaridad, esa adhesión gratuita a la causa o a la empresa de otros, y a la empatía, identificación con el otro compartiendo sus sentimientos.

Misericordia con quien sufre “desdicha”: desgracia, suerte adversa, pobreza suma, miseria, necesidad. Como la dicha, es parte de la vida humana, multicausal y azarosa. Afecta a individuos y/o a colectividades. Por causas naturales y provocadas. Su nota esencial es el efecto de dolor y sufrimiento, físico y/o psicológico.

La actitud ante la desdicha ajena es variable, según el grado de sensibilidad, esa tendencia natural a emocionarse. Con premisa biológica hereditaria, puede despertar y desarrollar bajo ciertos estímulos canalizados por medios y formas varias. Uno proviene del arte, en un proceso reflexionado en profundidad por el poeta, filósofo e historiador Friedriech Schiller en sus “Cartas sobre la educación estética del hombre” (1795), y estudiado por Polymnia A. Lascaris en su tesis doctoral “La educación estética del niño” (1927), porque bajo la influencia de la belleza surgen la libertad de concebir la verdad (razón) y la de hacer el bien (sensibilidad), en armonía. De allí, a la misericordia, en ejercicio de la libertad. Otro emerge de las religiones, -14 enunciadas por el Consejo Europeo-, similares respecto de su enfoque sobre la misericordia como un valor universal, prescrito como un deber a sus adherentes. Por tanto, objetivo -llega a las personas desde el exterior- y obligatorio bajo mayor o menor coacción según se trate de una u otra religión. De allí, a la misericordia en cumplimiento de un deber.

Por cualquiera de los canales, vamos a por la misericordia. Todos, ojalá. En ejercicio de la libertad, ojalá otra vez. En especial, más ojalá aún, los obligados debido a la fe que dicen profesar y representar, los jefes de las religiones, sin excusas, porque no las tendrán, no las merecen.

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