Gisela Derpic | LOS TIEMPOS, LOS NUESTROS
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LOS TIEMPOS, LOS NUESTROS

La Declaración de Derechos de Virginia de 1776 establece: “Que la libertad de prensa es uno de grandes baluartes de la libertad, y no puede ser restringida jamás, a no ser por gobiernos despóticos” (Par. XII), y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789: “La libre comunicación de pensamientos y opiniones es uno de los derechos más valiosos del Hombre; por consiguiente, cualquier Ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, siempre y cuando responda del abuso de esta libertad en los casos determinados por la Ley” (Art. 10). La inspiración de ambos instrumentos es la visión liberal surgida a contramano de la estructura de dominación vigente en el feudalismo teocrático, gestada en sus entrañas con base en el reconocimiento de la razón y la voluntad como atributos naturales inherentes a la dignidad de todas y cada una de las personas, iguales y libres; es decir, con posibilidad de elegir, en este caso, qué se piensa y se expresa.

Vale la pena recordar que el pensamiento, formación de representaciones mentales de la realidad (percepciones, recuerdos, imágenes o ideas), y el lenguaje, medio de comunicación a través de distintos sistemas de signos (verbales, escritos o de señas), son inherentes, se presuponen a lo largo de la vida de las personas, camino de creación y re – creación que Hannah Arendt – una vez más, ella – identifica en la condición humana, distinguiendo como sus partes el funcionamiento biológico que nos clasifica como “homo laborans”, el que nace y muere; prosiguiendo con nuestra habilidad en tanto “homo faber” mediante la cual producimos objetos de variada naturaleza y uso, perdurables más allá de la muerte. Finalmente y trascendiendo a ambos, la tercera y más esencial parte, la acción, que nos convierte en “hombres de acción”.

Sí, la acción, iniciada en la comunicación del pensamiento en diálogo con los otros sobre asuntos de común interés, en el sentido que Liber Forti – una vez más, él – afirma: “sólo se comunica lo común”. Así se configura y transcurre la creación y la re – creación del mundo, la historia; por tanto, la acción humana en Arendt, es política y presupone libertad, y nuestra condición humana está intrínsecamente vinculada con la política en democracia. Sin vueltas: somos humanos, en plural, unos con otros, pensando y en comunicación, haciendo y rehaciendo nuestro mundo, libremente.

Esta base teórica sostiene a la libertad de pensamiento y de expresión, extendiéndose a la de prensa, integrada en la convicción democrática de los seres libres que se sienten impelidos a lo largo de su vida a pensar por cuenta propia y comunicar lo que piensan, más allá de sus círculos de amistad, mediante redes sociales y, en especial, prensa libre constituida por medios de comunicación independientes, requisito del ejercicio de las libertades y de la efectividad de la democracia, merecedores de la defensa comprometida, más aún cuando el contexto evidencia la aplicación de estrategias de demolición de la prensa libre vía la asfixia financiera a través del control de publicidad, pública y privada, así como de ataques impositivos y, en última instancia, de su expropiación a manos mercenarias al servicio del poder, como hemos visto muchas veces en los últimos años.

Tomo la palabra en defensa de Los Tiempos de Cochabamba, fundado en 1943 por los hermanos Canelas, habiendo tomado su liderazgo Demetrio, de larga y brillante memoria, sucedido por hombres y mujeres de reconocidas honra y capacidad, quienes desde la dirección del periódico lograron responder a los desafíos que la transformación tecnológica lanza a los medios de comunicación impresa manteniendo las cualidades éticas de su compromiso con la verdad, la objetividad y la pluralidad. Lo hago destacando que desde el comienzo, ya en 1944, Los Tiempos estuvo sometido al asedio de los proyectos políticos despóticos sin haber sucumbido ante ellos, habiendo sido incluso silenciado durante unos años oscuros para los derechos humanos en el país, para retornar como una trinchera democrática al servicio del ejercicio de las libertades de pensamiento y de expresión, acumulando experiencia de resistencia en el mejor sentido de las palabras. Lo hago porque Los Tiempos es uno de los rasgos identitarios de Cochabamba, cuya institucionalidad debe hacer causa cívica de su defensa ante los embates del régimen dictatorial, incluso por preservación propia. Lo hago porque Los Tiempos testimonia en la práctica los principios de inclusión y equidad acogiendo la palabra de hombres y mujeres de las distintas regiones del país y del extranjero, permitiendo expresiones de la diversidad, razón suficiente para convocar a que quienes creemos en la democracia como la mejor forma de gobierno y la adoptamos como cultura viva, a responder creativamente para fortalecer a este nuestro periódico desde todas partes. Es que estos tiempos de lucha ineludible por la democracia, son también de Los Tiempos, y son los nuestros.

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