20 Nov LOS GOLPES LOS DIO ÉL
El 20 de octubre de 2019 la ciudadanía boliviana acudió a las urnas cerrando uno de los procesos electorales más afectados por el deterioro de la institucionalidad democrática que comenzó en el mismo momento del advenimiento del primer gobierno masista en 2006, profundizado sostenidamente desde entonces. La participación del binomio Morales – García en contra a la Constitución y al resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016 (21f) que dijo “NO” a la reelección indefinida, es sin duda el principal signo de la vulneración de las reglas que rigen a cualquier elección en un Estado digno de llamarse de derecho, pero no el único.
El monopolio de los medios de comunicación social convertidos en la plataforma de una intensa guerra sucia contra Carlos Mesa, el candidato con las mejores oportunidades de ganarle al Movimiento Al Socialismo al menos en una segunda vuelta, su persecución sañuda a través del aparato judicial hecho sistema represivo paramilitar al servicio del oficialismo y la utilización descarada de los funcionarios y el patrimonio públicos como estructura de campaña electoral fueron algunas de las características de este pedregoso camino fabricado por un esquema de copamiento de poder alineado en la estrategia del tenebroso Foro de San Pablo, reencarnado hoy en el Grupo de Puebla.
Hasta ese día transcurrieron trece años, ocho meses y veintisiete días de gobierno ininterrumpido de Morales y García, dato de alta relevancia para una valoración democrática de los sucesos que culminaron con su renuncia el pasado 10 de noviembre, considerando que la democracia no se reduce al mero acto formal de sufragio ciudadano; es una forma de gobierno limitadora del poder en función de los derechos de las personas, entre otros mecanismos inteligentes a través de la alternancia destinada a que de vez en vez la ciudadanía ponga en el gobierno a unas personas mediante un sistema electoral independiente, igualitario, libre y transparente, y de vez en vez las mande a su casa para evitar que el poder se apodere de ellas y entonces campee el abuso.
Eso sucedió en Bolivia con el MAS. Restringió al extremo a la prensa libre a través de la compra de muchos medios de difusión utilizando a terceros, el chantaje y sofocándolos vía la eliminación de publicidad, aplicando la persecución judicial y la amenaza sobre los periodistas, aniquilando otra cualidad esencial del régimen democrático: la libertad de expresión. A la par de la difusión intensiva de un discurso de odio y confrontación fincado en la identificación de un enemigo interno racial, regional y económico a muerte que había que derrotar mediante el “proceso de cambio”, convenció a la ciudadanía de que hacer política en otro partido distinto al MAS era indicio suficiente de ser agente del imperialismo norteamericano y la oligarquía neoliberal, consolidando en los hechos una democracia degenerada de partido único hegemónico propia de los regímenes estalinistas, negando otros principios de la democracia: la pluralidad ideológica y de partidos.
Sobre esa base desmanteló el estado de derecho vía el copamiento del sistema electoral, el aparato jurisdiccional y sus órganos coadyuvantes cuyos operadores son caricaturas grotescas del perfil mínimo deseable para quienes tienen a su cargo las libertades, los derechos y las garantías de las personas. Subordinó sin pudor al poder legislativo convirtiéndolo en una dependencia del ejecutivo, procediendo a la judicialización de la política y a las formas más descaradas de vulneración de los derechos humanos y sus garantías, cuyo respeto, resguardo y restitución configuran esencialmente a un régimen democrático. Patentizan tal situación los sangrientos casos Porvenir y Hotel Las Américas, la persecución por vía judicial convertida en mecanismo de tortura y muerte de José María Bakovic y Róger Pinto.
A la vez que proclamó a todos los vientos su identidad indígena y su “pachamamismo”, el gobierno aplicó un modelo extractivista depredador derivado en la agresión a los pueblos indígenas y afectaciones medioambientales de enorme dimensión. Un ejemplo dramático es el del TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure), cuyo corazón Morales decidió partir con una carretera necesaria para la producción y transporte de coca y sus derivados provocando la reacción de los pueblos indígenas a los que entonces reprimió con ferocidad. Cerró la seguidilla de atropellos la promulgación del decreto supremo 3973 de 9 de julio de 2019, autorizando la quema de bosques cuya consecuencia directa ha sido el incendio de casi 5 millones de hectáreas en la Chiquitania, parte de la Amazonía, ante las clamorosas y desoídas protestas sociales, todo para favorecer la ampliación de los sembradíos ilegales de coca y de soya, así como las áreas ganaderas, manifestándose una curiosa coincidencia de intereses entre los cocaleros y algunos sectores de grandes empresarios del oriente del país bajo el auspicio del MAS.
No fueron los pueblos indígenas los únicos sectores vulnerables atacados por el régimen. Los discapacitados movilizados reclamando un bono también lo fueron, brutalmente, como demuestra el documental corto “The Fight” (La lucha”) premiado en 2017, testimonio de uno de los episodios más oprobiosos del abuso de poder que haya habido en el país.
En 2005 el barril de petróleo tenía un precio de $us50,59; el largo régimen del MAS tuvo suerte. Desde 2006 ese precio no volvió a ese nivel, habiendo alcanzado picos como los de 2008 y 2012 con $us94,10 y $us109,45 respectivamente. Igual comportamiento tuvo el mercado internacional de minerales. Sólo por tales conceptos, Morales dispuso de más de sesenta mil millones de dólares americanos durante su gestión, sin considerar los dineros entregados por el gobierno de Chávez que fueron dispuestos sin control fiscal alguno. Paralelamente se desató una ola incontenible de corrupción y prebendalización de la gestión pervirtiendo la función pública y las organizaciones de la sociedad civil en el contexto del mayor despilfarro e improvisación del que se tenga memoria.
Llegamos al 20 de octubre acumulando la cadena de decepciones provocadas por el gobierno del MAS, la frustración por la impotencia ante sus abusos e imposturas. Lo hicimos masticando nuestra larga e infructuosa lucha en defensa del NO decidido en aquel referéndum y adivinando por vez primera desde 2006 que la candidatura de Comunidad Ciudadana podía hacerle frente con posibilidades de ganar si concentrábamos a favor de ella el voto. Decidimos que el 20 de octubre de 2019 sería otro 21f y nos declaramos contralores de la votación para evitar la burla de nuestra voluntad soberana porque sospechábamos un fraude. A las cuatro de la tarde comenzó la confirmación de lo que esperábamos con las noticias, los vídeos y las fotografías de los resultados del escrutinio en las mesas electorales en los medios de comunicación y las redes sociales: se vislumbraba con nitidez la segunda vuelta y se anticipaba la segura victoria de Carlos Mesa en ella. Hasta que sucedió lo que con frecuencia sucede en los países con regímenes del famoso Foro hoy devenido en Grupo: se cortó el sistema, cesó el conteo rápido que demostraba al 83% del cómputo que la tendencia hacia la segunda vuelta era irreversible para reponerse dando cuenta de un dramático cambio en dicha tendencia, asumiendo aquello como la primera señal del temido fraude, abriéndose entonces las compuertas a la protesta ciudadana más grande, unitaria y pacífica de la historia democrática boliviana desde 1982 cuyo desemboque fue la renuncia del tirano que prefirió escapar abandonando el cargo en vez de afrontar las consecuencias de sus errores y delitos, amparándose en un asilo condescendiente desde donde pretende incendiar el país.
Esa fue la circunstancia que dio paso a la sucesión constitucional de la senadora Añez en su condición de segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores ante las renuncias de quienes la precedían en esa línea; todo en aplicación de las previsiones y jurisprudencia constitucionales. Por consiguiente, no hubo golpe de estado. Quien golpeó sucesiva y despiadadamente fue Morales a Bolivia y a su pueblo, ese pueblo cuya consciencia le inspiró a protagonizar una verdadera gesta libertaria de memoria imperecedera.
ivette duran calderón
Posted at 16:44h, 20 noviembreTotalmente de acuerdo.
Buen análisis.