05 Ago LIBERANDO VII
ABRAZO FRATERNO
“¿Has visto el programa que dan en este canal, ya pasada la medianoche? Me quedo a mirarlo hasta que se acaba. ¡Tanta naturaleza hermosa! …”
Dejo la vajilla limpia en su sitio para conjugar con nuestro entorno y nuestro interno, y me acerco. Cierre de emisión cotidiana para los mortales después de haber cumplido una jornada normal, cuando apenas comenzabas a despertar tras los siete oficios y catorce necesidades satisfechas de hoy para volver a empezar mañana; cuando quedabas en vigilia serena e incansable, esperando mañana…
Miro la pantalla chica. Ningún programa: es la transmisión in extensu de uno de esos vídeos de larga duración de música para relajarse y dormir, pues ya llegó la hora de hacerlo si se quiere reponer energías y prepararse para entrar en tarea así de despertar. Suaves melodías de fondo adivinadas por tus oídos ya cansados acompañando aquellas tomas sucesivas de parajes solitarios lucientes de la belleza intocada de un mundo apenas avistado con respeto y cuidado desde lejos, entregado desde su larga lejanía a tu deleite noctámbulo en contemplación asombrada y absorbente hasta hacerte sentir parte, hundiéndote adentro, de las simétricas curvas dibujadas por las caídas azulverdosas de agua dorada buscando fundirse en los cantarinos cursos del río avanzando cimbreantes entre medio de los aires sinuosos aspergeados de follaje y árboles regalando sin medida su amplia y generosa sombra.
Horas de silencio y de penumbras inaugurando una y otra vez ese maravilloso escenario del teatro de la naturaleza para ti, hombre afanado cada día, todos, en las tareas conectoras a los otros, los demás.
“Los peores días eran los sábados y domingos, hasta que llegaste ¿sabes? Ni por equivocación suena ese teléfono, nadie se aparece por acá. Es que todos tienen sus cosas que hacer, con la familia…”
Lo dijiste y repetiste. Lo comprobé. De lunes a viernes, en cualquier momento, se abre la puerta del departamento que solamente se cierra con llave cuando es tiempo de buscar el lecho y dormir, ya muy tarde; se abre y comienza el desfile de ternura, de abrazos y besos, de relatos nuevos y reiterados, de risas y lágrimas, de preguntas y respuestas, de solicitudes y ofertas. Se suceden una a una las muestras de teatro, de historia, los momentos de desahogo y de terapias, de pláticas monologales en que nos llevas por mundos conocidos y nuevos. Tu pecho se ensancha haciendo que quepan adentro más y más sentimientos a la misma vez que tus hombros se entregan sin medida al peso de las penurias y fatigas de los otros. Pero los sábados y domingos… esos días eran los del cansancio de escucharse uno mismo, de quedarse con los ojos abiertos mirando hacia adentro porque hacia afuera al silencio se acopla la ausencia, todas las ausencias, y nada parece cambiar aunque cambie a cada instante. Repicaba con recurrencia el llamado a agotar el tiempo que se sospecha todavía queda sobrecogiéndose ante la horrorosa posibilidad que asalta provocando agudas punzadas cual estiletes afilados, de que vaya a ser eterno mientras, ¡ay paradoja insalvable! se desea desesperadamente que lo sea por el amor apasionado a la vida, pese a todos los olvidos y los desamores, a todos quienes olvidan y desaman.
Ir de una habitación a otra con paso apresurado buscando lo que se sabe de sobra no se encontrará porque allí no está, ya no, en alocada búsqueda hecha un pretexto inventado por uno mismo que uno mismo se cree para vencer el deseo de no tener más deseo que quedarse inerte de una vez y para siempre y, ¡ay paradoja insalvable!, contra todo y a pesar de todo, moverse y así lograr la convicción de que eres y estás, de que aún no te has ido, de que no quieres irte todavía pues tienes al menos un lugar que te echará de menos cuando te vayas.
Inventar las mismas tareas en que te sueles sumergir, cada día, para ahogarse en ellas y ahogar así la terrible certeza de que no habita ningún cuerpo cerca, y mal que pese, tampoco se hacen presentes otros sentimientos o pensamientos distintos a los propios. Es como si los conjuntos, esos que soñaste formar y te llevaron tanta ilusión y entrega en la vida, no son más con ni están juntos: al parecer fueron parte de los sueños que perseguiste y nunca se terminaron de formar ni alcanzar.
Esforzarse por encontrar nuevas aristas en las repetidas puestas en escenas girando adentro, cual teatro circular, asombrándose desde la partida de la memoria hasta la meta del corazón y desde él hasta ella, también circulando en interminable recorrido de velocidad que crece hasta marear, haciendo estallar el tiempo y el espacio en miles de armónicas figuras geométricas en que se desintegran miles ¡millones! de pétalos de flores cruzando por el espacio en vuelo cual mariposas, desdibujando los rostros y los lugares y los dichos y los hechos hasta que el cansancio, infaltable aunque tardío, bendito sea, opera un benéfico efecto reparador borrándolo todo hasta reponer uno a uno los fractales de los recuerdos y los sentimientos, despertándolos en tu conciencia, grabándolos de nuevo, restaurando una parte vital de tus notas esenciales: tu prodigiosa memoria.
Preguntarse en el corazón y en la mente, pensando en voz alta y gritando en silencio, por las vidas de los demás, compañeros y hermanos encontrados a las veras de los senderos transitados apresuradamente en el afán de construir mundos distintos, dentro y fuera de la gente, con ilusión y con esfuerzos denodados que le aportan sentido a la existencia. Sí, tantos y tantos compañeros y hermanos abrazados tiernamente hasta que se integraron a tu propia vida… aunque no estén. Sí, preguntarse por ellos, qué fue de ellos, levantando por enésima vez el inventario de sus tristezas y carencias para volcarse de lleno a los esfuerzos creativos que te convierten en un experto dramaturgo y guionista, carpintero y escultor, lector y escribidor, pintor y tejedor, que busca sin cansarse los salvavidas que sabe por ahí estarán, para ayudarles a salir a flote y, claro, encontrarlos, siempre, de cualquier modo y en cualquier lugar. En las libretas de contactos, enciclopedias sentimentales que marcan los hitos de la red de ternura en los que nunca faltará la solidaridad; emprendiendo y retomando las rutas epistolares plagadas de afectividad, con vocación a alargarse pasando por encima de las proclamadas ventajas de la comunicación de última generación que ahorra tiempo pero quita sentimiento; abriendo y cerrando las viajeras maletas que ahora reposan mostrando las huellas de sus ires y venires por los cinco continentes y decenas de países, hasta hallar aquellas prendas de vestir que fueron liberadas del yugo de la moda manteniéndose incólumes en paciente espera “para cuando aparezca alguien que las necesite, así sea para el vestuario o la utilería en las obras”; seleccionando los materiales bibliográficos que se te ocurre les serán útiles para al fin abrir los ojos y ver, alcanzar la luz y entender… si quieren.
Es que, sin cansarnos, “hay que ser en los demás y somos en la medida en que nos damos” citando a Rafael Barrett, compañero y mentor de las noches solitarias desde tu padre, porque por naturaleza somos buenos y la solidaridad es instintiva como se aprecia en las páginas escritas en tu corazón por cuantos otros inspiradores de tus sueños desde que apenas eras un niño. ¡Bagaje panorámico que se adhirió al otro, al de las estampas vivenciales que conformaron tus primeros años con el apoyo mutuo hecho acción, cotidiana y natural! Tanto, tan natural, que jamás se te hubiera ocurrido alguna vez que el trabajo en la FSTMB, con y para los mineros de Bolivia, merecía alguna retribución, que no tenía que ser gratuito…
- ¡No, no! Eso no. Era yo el que tenía que agradecer a los mineros haberme dado un lugar en la federación…
¿Lo ves? Te pintas de cuerpo entero mi querido. Si eso de ser en los demás contigo se volvió disolverse en los demás. Lo que sugerí fue un comentario repetido después de ser oído de varias bocas amigas… no digas más, no lo volveré a mencionar, menos yo que otra persona, testigo clave, presencial, uniforme y conteste, de un casi centenario de insistencias, las tuyas… conmovedoras insistencias, otra vez y cada vez más, mi querido, evidencias suficientes de que no es vana la esperanza. Ese darse tozudo como la luz de las auroras desgarrando las oscuras brumas resistiendo, derramada arropando a la vida hasta en los peores escenarios de vómito salvaje de las perversidades, proclamando mudamente que no todo está perdido.
- Se trata de que la solidaridad no mira, no distingue, no discrimina. Es con quienes no solamente no piensan como tú, sino contra tu manera de pensar… porque ayudar a tus amigos, a los seres que quieres no tiene nada de especial, ¿no? Como los de la lucha armada, la guerrilla… no estuve de acuerdo con ella ni antes ni durante ni después, pero a ellos, a los guerrilleros, había que ayudarlos…
Sí. Haz de luz en verdad ciego y porfiado en su inclusión a todos, conocidos o no, amigos o no, compañeros, confiables y chantas… de buena fe, inocente e incontenible, a pesar de cualquier reparo, extendiendo el abrazo fraterno a cualquiera, a todos… y aquí meto la cuchara en un asunto no muy grato: incluyendo a quienes abusaron, una y otra vez. Lo supieron Ana y tú. Lo sabemos conmigo más ahora, ¿cierto? Tú, Ana y yo. Me contaste que ella ponía algún alto de vez en cuando. Lo hiciste en tono de confidencia casual y, claro, entendí el mensaje, recogí el guante y me encargué de eso, como ella, de vez en cuando, también. Porque es bueno reconocer que la libertad del libertario, su solidaridad, universal y desmedida, sin balance de riesgos ni prevención alguna del abuso, en cualquier caso necesita desesperada e ineludiblemente de la de otros seres, los más queridos y los más sacrificados igualmente; una solidaridad con el ser querido, aceptando como parte del proyecto común los sacrificios. Lo dije y lo repito: sería muy ilustrativo averiguar la vida de las compañeras de los compañeros…
- Mmm… Y claro que hay diferencias, ¿no? Por eso la Ana y tú… como dices.
¡Ja, ja, ja, ja! ¡Si pues! Ahora, entiendo tu posición. Solidaridad con las personas en situación de necesidad, individuales y en conjunto. Solidaridad a través de la escucha atenta, de la palabra justa, de la información pedida, del techo y del pan, del teatro y de la cultura. Desde y hacia Nuevos Horizontes, nombre y apellido tuyos. Te lo dije y ahora lo repito: una práctica en sintonía con aquello de “Haz el bien sin mirar a quien” y “no hay amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”. Solidaridad en la promoción de la libertad. Muy claro, inequívoco, sí. ¡Sí!… ¿Sí?… No, ¡no! Todo lo contrario. Como todas las abstracciones, “las grandes verdades con elevado grado de generalización”, insuficiente para entender con cabalidad el punto de partida y de llegada de eso de “ser en los demás”.
Puedo aclararlo rememorando aquello del apoyo a los anarquistas del altiplano paceño, Luis Cusicanqui y los demás compañeros a quienes tu padre, compañeros llegados desde Argentina, tu hermano Sílex y tú mismo, iban a ayudar en su lucha contra la explotación y la opresión en las haciendas del altiplano paceño, viajando muchas horas desde el sur. Cuando me lo contaste pregunté por qué no habían intentado iniciar una lucha así en Tupiza, más cerca. ¿Iniciar una lucha así? ¿Por ellos, en vez de ellos? ¿Con qué derecho? Nosotros ayudábamos a los demás en aquello que ellos consideraban necesaria nuestra ayuda… respondiste con el ceño fruncido, mostrando sorpresa por mi inquietud. Bajé la mirada al tomar conciencia de mi enfoque mesiánico y maternal, por lo mismo vertical, contrario a la comprensión de los otros como iguales. En segundos pude comprender finalmente de lo que se trataba. Se relaciona con aquello de “ayúdate que te ayudaré”. ¡Claro! Por la misma razón no simpatizabas con el foquismo, por ser una estrategia pensada desde fuera de la gente y desde arriba, PARA ella, no CON ella. Por la misma razón te limitaste a “mostrar” toda tu vida, respetando a los otros de entrada, considerando las circunstancias de cada uno y sus deseos/necesidades de tomar lo que veían o no. Hasta en eso yace la promoción de la libertad como acto de solidaridad auténtica. Nadie salva a nadie, todos pueden ayudarse, sin generación de dependencias, sin establecimiento de jerarquías y, por tanto, sin relaciones de poder. Das lo que puedes dar, todo lo que tienes; lo haces sin pretender el sometimiento, la sujeción o la dependencia del otro, desde la horizontalidad que descarta el poder; por tanto, sin afectar en caso alguno su libertad.
Solidaridad espontánea, desprovista de cualquier cálculo, sin esperanza en la recompensa y sin temor al castigo, ni en esta ni en ninguna otra vida. Solidaridad gratuita, auténtica… Sin olvidar la que se recibe, pues se recibe, la recibiste, la recibimos. Así como fue en nuestra historia, ¿no?, historia de días en segundos, años en días, décadas en años… veinticuatro horas continuadas, sin cansancio alguno, haciendo lo posible el uno para la otra, la otra para el uno, en amorosa entrega de acciones y omisiones, silencios y palabras, camino de metalenguaje sellando a fuego los sentimientos, contacto eterno procurado en la cercanía de los cuerpos y la comunión de los espíritus, catapulta de la proyección hacia los otros cuyos nombres aquí pronuncio sin decirlos, todos, tantos que te entregaron, nos entregaron afecto y apoyo, seres de individualidades tan disímiles, tan parecidos en la esencia: respirando con el corazón se abren a nuevos despertares.
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