Gisela Derpic | Lecciones
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Lecciones

Llegó furtivamente, serpenteando por las calles para no ser vista. Temblaba, no sólo de frío, al entrar tras la mujer encorvada que apenas le había saludado y le indicó mudamente una silla antes de desaparecer.

La luz temprana se colaba con dificultad por los ventanucos cercanos al tumbado pintado caprichosamente de lluvia con figuras apenas visibles en la oscuridad campante. Giró la cabeza ciento ochenta grados aguzando la mirada. Sólo olió la noche interminable decidida a quedarse, aferrada al pesado vaho húmedo y dulzón hecho dientes y uñas hincándose en sus entrañas, revolcándolas. Rara sensación por la intrusión riesgosa en un terreno desconocido y sórdido que era indispensable estudiar. Se convirtió en un ovillo dentro de los pliegues grises del raído abrigo elegido para la ocasión al sumergirse en la silla esa, ciega e inerte, integrada en la mortecina quietud quebrada a pocos minutos por los arrastrados pasos acercándose lánguidamente desde atrás. Corrió los telones de sus ojos, conteniendo la respiración… casi hasta no poder más.

Se puso de pie para tomar examen de ingreso. A larga distancia: lado derecho semiparalizado: embolia. A media: arrugas, canas y flacidez: vejez. A corta: hematoma en el ojo izquierdo: violencia.

“¡Qué parecida es usted a sus hermanos!” fue el saludo. Sin duda: “sus hermanos: mis clientes”.  Acabó el examen, la nota quedó en suspenso. Quedaron dos seres humanos, tas con tas. Ella y ella. Se declaró oyente de la experiencia hecha primicial saliendo de esa boca, desgarradoramente primicial.

  • “Un mozalbete me pegó”.
  • “Ya no hay caballeros”.
  • “Todos se han vuelto abusivos”.
  • “Consumen, toman los servicios y no quieren pagar. ¡Miserables!”
  • “Yo comencé en los campamentos de los soldados en la guerra”.
  • “Respetaban, todos”.
  • “Iba de uno a otro, con mi bolsa y mis trapos”.
  • “Se ganaba bien”.
  • “La minería me atrajo”.
  • “Buenos tiempos, antes”.
  • “Ahora soy inquilina en mi propia casa. La perdí”.
  • “Para ejercer esta profesión hay que tener madurez, de cuerpo, de mente y de alma”.
  • “No es fácil tener esta profesión”.
  • “Aquí jamás se admitió menores de edad”.
  • “Las chiquillas son víctimas”.
  • “Hacen competencia desleal con ellas, las explotan, las engañan y acaban sus vidas, temprano”.
  • “Las autoridades son cómplices, culpables de esa situación”.
  • “Ni qué decir los policías”.
  • “Niñas de 15 o 16 años… ¡es un crimen!”.
  • “Le agradezco su interés por nosotros”.

Dos horas de escucha. Recuerdos fragmentarios, lecciones profundas.

Al salir se topó cara a cara con un hombre conocido. Ya no le importó.

1 Comment
  • Camilo Zilvety Derpic
    Posted at 20:17h, 22 enero Responder

    Brutal!

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