Gisela Derpic | HASTA LAS LÁGRIMAS
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HASTA LAS LÁGRIMAS

               Al indignado “BOLIVIA DIJO NO” erupcionando desde los corazones para hacerse grito estentóreo exiliando de las calles al tirano impedido de poner los pies sobre la tierra sin resguardo policial porque no estuvimos dispuestos a olvidar que había pisoteado la voz del pueblo que pronunció sentencia el 21f, le siguió un seguro “SE SIENTE, SE SIENTE, MESA PRESIDENTE”, convencidos de que por fin había una alternativa para ganar las elecciones, no importaba si a favor de Mesa o en contra del inconstitucional; era por la democracia. Cuando el desembozado fraude de proporciones gigantescas sospechado con suficiente fundamento se hizo evidente abrió paso al clamor de la protesta reclamando “MI VOTO SE RESPETA, CARAJO”, en simbiótica combinación con la saya de la resistencia inventada por los mandiles blancos[1] largamente atropellados, “¿QUIÉN SE RINDE? ¡NADIE SE RINDE! ¿QUIÉN SE CANSA? ¡NADIE SE CANSA! ¿EVO DE NUEVO? ¡HUEVO, CARAJO!”

Cual éxodo de un pueblo caminando hacia su libertad, cada marcha superó a la anterior en número, diversidad y espíritu combativo. Las decenas se hicieron centenas y éstas, millares… y millares… y millares, emergiendo la presencia ciudadana en todas las regiones, mosaico de formas, sonidos y colores alumbrados desde los socavones, las campiñas, los pueblos y las ciudades. A los de mediana edad se sumaron los más y los menos jóvenes, reviviendo su orgulloso pasado de lucha los unos, inaugurando su propia historia de resistencia los otros. Profesionales y estudiantes, rentistas y amas de casa, cuentapropistas y transportistas se unieron en conjunto abigarrado. Ratificaron y renovaron cánticos, estribillos y consignas, hicieron vídeos, memes y mensajes, tirándolos al mundo como cintas ensortijadas que envuelven cuanto encuentran a su paso. Ganaron calles y avenidas marchando rumbo a la victoria; también la atención y el respeto de un público atónito cuya incredulidad derivó en simpatía, preludio de la adhesión que no tardó en llegar. Las voces se hicieron más potentes formando un coro de gargantas enronquecidas que llegó hasta el último confín, del territorio y, desafío mayor, de la consciencia.

Los escenarios más amplios se fueron estrechando ante las enormes convocatorias de los cabildos, océanos humanos alimentados por cauces caminantes fluyendo desde los cuatro puntos cardinales en travesía peregrina, recurso de emergencia de la masa aspirante a convertirse en pueblo. Hombres y mujeres, personas, ¡ciudadanos!, plantados con valor y gallardía, sostenidos por sus espíritus vertebrales derrotando al cansancio con la convicción y la esperanza, manteniéndose en pie horas de horas coreando y vitoreando, atendiendo los discursos más y menos encendidos, más y menos prolongados, más y menos acertados, pronunciados a viva voz y grito descarnado por quienes inscribieron sus rostros y sus nombres dentro de las huellas que la historia graba a golpe y fuego cuando tomaron el riesgo de poner la cara ante el régimen oprobioso decidido a perpetuarse en el poder consumando su fraude gigantesco, la última de sus imposturas. Bosques de seres humanos plantados también orando en experiencia ecuménica inédita y extrema, bajo los brazos de un cristo, al lado de una virgen y un rosario entre los dedos o con la única mediación reconocida por otros, la biblia, o con la fuerza de la fe alimentada en tantos tipos de mantrams incluidos el padre nuestro y el ave maría pronunciados de rodillas, con los ojos cerrados para buscar adentro la salida, como los niños ante el peligro, entregándose en cuerpo y alma a la protección de lo invisible que para unos es y para otros no, siendo de cualquier modo… estando…

Se plantaron además en las esquinas y rotondas iniciando un tiempo de sacrificio colectivo de efectos inmediatos, acumulativos y severos, sobre todos y sobre cada uno de ellos mismos. Es que lo que bien vale bien se paga, cueste lo que cueste. Bajo el sol inclemente, la lluvia y el granizo, con hambre y con sed, fueron el testimonio vivo de que nadie quería indulgencias con ave marías ajenas; no, ¡no! La masa con vocación a pueblo estaba además expiando en conjunto las afrentas a la vida, a la naturaleza y a la dignidad de todos y cada uno de los ofendidos por los ataques provenientes del oscuro poder luchando por reproducirse otra vez. La masa en pos de ser pueblo estaba demostrándose así misma que podía redimirse ante sus propios ojos sufriendo en carne propia por las faltas y omisiones suyas y de otros, mientras luchaba, liberándose para liberar, dejando de ser para ser, renovada, renacida al despertar su consciencia, eternamente, sin retorno posible, firme ante las amenazas y el asedio de la delincuencia.

Las pititas libertarias cosieron esquina a esquina, rotonda a rotonda, y ante la arremetida de las hordas violentas lanzadas en su contra para reducir por el terror, se convirtieron en red solidaria de fraterna protección dibujando un mapa de esperanza con jaspes inevitables de incertidumbre y de temor. En medio florecieron afectos y solidaridades fraternas, comenzaron a llamarse por sus nombres y los rostros se tornaron familiares: fundaron hogares que acogieron a los policías rehaciéndose después de tanta humillación, revelándose los hombres y mujeres yacentes debajo de los trapos de cualquier color. Surgió la organización, los turnos y relevos, los puntos de recolección de agua y comida, un parlante o un megáfono y cada tanto uno de los Gandhi, con frecuencia apenas saliendo de la adolescencia, reencarnados con un casco improvisado recordó que “SOMOS UN MOVIMIENTO CIUDADANO DE RESISTENCIA PACÍFICA CONTRA EL FRAUDE, DEFENDIENDO NUESTRO VOTO Y POR LA DEMOCRACIA, AQUÍ NO SE ACEPTAN EXPRESIONES DE ODIO O RACISTAS, NUESTRA FUERZA ES LA PAZ DE LA PROTESTA. HAY QUE ESTAR ALERTA, CUALQUIERA QUE INCITE A LA VIOLENCIA ES INFILTRADO Y TENEMOS QUE ESCOLTARLO LEJOS DE AQUÍ”.

Como pocas veces antes el paisaje se tiñó de rojo, amarillo y verde con la tricolor envolviendo los cuerpos y las almas afirmando las individualidades disolviéndolas en un todo donde cada uno se reconoce reconociendo a los demás, conscientes de la IDENTIDAD BOLIVIANA que trascendió las barreras en el abrazo de oriente y occidente, de Camacho y Pumari, de Pumari y Camacho, presencia cívica renovada cuya audacia y energía pusieron los puntos a unas íes importantes, añadiendo palabras a la proclama libertaria que de la segunda vuelta pasó a nuevas elecciones y de allí a lo impensado, lo más atrevido, peligroso, radical, irresponsable y alocado: la renuncia. La masa decidió alumbrar su propio renacimiento abriendo un nuevo tiempo ante la mirada temerosa e incrédula de los racionales, mesurados, cuidadosos, moderados, responsables y cuerdos. Decretó que llegó la hora de hacer presente en la historia aquello tantas veces repetido y recién hecho carne viva en los corazones: “¡MORIR ANTES QUE ESCLAVOS VIVIR!”… ¡más fuerte!… “¡¡¡MORIR ANTES QUE ESCLAVOS VIVIR!!!”… ¡más fuerte!… “¡¡¡¡¡MORIR ANTES QUE ESCLAVOS VIVIR!!!!!”, y a las cinco de la tarde del 10 de noviembre de 2019, después de 21 días de lucha pacífica, sobre la sangre de sus muertos a manos terroristas, sobre el sudor de sus desvelos acumulados en días y noches, sobre las lágrimas de dolor, desesperación y victoria, se hizo pueblo.

 

[1] “Mandiles blancos”, denominación del sector salud, uno de los más maltratados por el gobierno del MAS.

3 Comments
  • Ana
    Posted at 16:57h, 22 noviembre Responder

    Hermoso!! Y es la pura verdad!!!

  • Gilka
    Posted at 18:44h, 22 noviembre Responder

    Más fuerte, desde el fondo de nuestros corazones: MORIR ANTES QUE ESCLAVOS VIVIR.

  • IG. LEY
    Posted at 15:16h, 23 noviembre Responder

    Una encantadora narrativa de la transformación de un país en unidad

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