Gisela Derpic | HASTA DESPUÉS (a los cuatro años de la muerte de Liber, copio el cierre de «En LIBERTAD, Charlas con aquel que está aquí», libro que recoge sus memorias)
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HASTA DESPUÉS (a los cuatro años de la muerte de Liber, copio el cierre de «En LIBERTAD, Charlas con aquel que está aquí», libro que recoge sus memorias)

Hemos leído estas páginas, juntos, una vez más. ¡Me diste tanto tiempo Liber querido en estas últimas semanas! Repasando los relatos y complementándolos hasta sentir que el texto nos hace sentir lo que queremos y lo que queremos compartir con la gente.

¿Te percataste? Hay dos notas muy especiales que tiene el relato. La primera, que tú hablas casi siempre en tiempo presente, lo que me hace sentir que cuando recuerdas estás dando, en ese mismo instante, un paseo afectivo por tu vida.          La segunda, que en tu repaso de vida no se encuentra la descripción de sitios o paisajes; lo que se encuentra es, exclusivamente, humanidad.

“Nnno, no me percaté… pero es así, es verdad”.

Ha sido un proceso profundamente emotivo recorrer, casi “(…) juntos, tomados de la mano, bajo un cielo de verano…” como dice esa canción que te gusta cantar cuando vamos por cualquier lado, este camino narrativo por los senderos del laberinto de tu vida.

Y no fue tan terrible después de todo ¿no? porque tus temores de que estas páginas se convirtieran apologéticamente en una oda interminable que te arrebatara realismo para convertirte en un ser único inexistente, fueron infundados. Me esforcé en que no fuera así y tengo la convicción de que logré mi propósito, el nuestro.

Sucedió lo que tenía que suceder, lo que te anticipé con sinceridad y de corazón: has sido tan sólo el pretexto para testimoniar a una muchedumbre anónima que rompe el silencio y rasga la oscuridad con los innumerables testimonios personales; muchedumbre en la que uno se reconoce a veces cuando descubre el común denominador que funde a los individuos en un arco iris de esperanza: el sentido de humanidad.

“¡Se publica, esto se publica!”.

Esa fue tu exclamación cuando acabamos de leer. ¡Claro que se publica! Vamos a compartir esta preciosa fantasía con los demás, porque para eso la creamos. Volvemos pues, Libercito, a descubrir que “hay que ser en los demás” y “somos en la medida que nos damos”.

Ha sido un proceso solidario, acompañado presencialmente por Humberto Vacaflor, Raquel Velasco, Susana Gumucio, Lalo Soliz, Armando Leigue, María Eugenia Balderrama, Gustavo Soto, Gaby Vallejos, Amparo Velarde, Marela Rendón, Richi Cox, Giancarla Quiroga, Maritza Fernández y Kepa, Edwin Urquidi, Fortunata Escóbar, José Pimentel y Ann Chaplin, Marcelo Quezada,  Filipo Escóbar y Olga Vásquez…; alentado desde la distancia por Betina Suárez, Lenny Ballón, Fernando Paz, Jenny Ibernagaray, Alfonso Gumucio, Arturo Crespo, Luis Bredow…, por Elizabeth Burgos, Octavio Alberola y Ariane Gransac, Violeta Nazar, Jorge Zegarra, Jean Claude y Anne Marie Wicky, Lucio y Anne Urtubia, Jean Francois y Bernardette Lavouberie…, impulsado fraternalmente por mis hijos, Ana, René, Carlos, Ricardo y Camilo…; apoyado en la ayuda profesional de las enfermeras, ahora amigas nuestras, Mary Arnéz, Martha Antezana, Marianela Álvarez y Riena Molle, en la permanente  ayuda de Julio Delgadillo, amigo y asistente tuyo  hace tantos años, y de Jessica Tola, jovencita ayudante mía.

¿Quedaron muchas cosas sin contar, dormidas en ese silencio temporal que a veces se hace insuperable? Sí, muchas. La expresión de tu rostro está hablando, compañero de la vida mía, y no, no me hago “la del otro viernes”, te entiendo perfectamente. Aquí está lo que queremos que esté, aquello de lo venimos charlando desde aquella tarde maravillosa cuando crucé el umbral de tu vida para no salir nunca. Lo demás lo guardamos amorosamente por ahora porque tú y yo vamos a hacer una pausa, querido, una de esas maravillosas pausas que dicen tanto…

Nos ponemos en tres cuartos ¿quieres?,  así nos encontramos, tú y yo, siempre, y nos encontramos también con los seres como nosotros con quienes compartimos todo, y con las cosas, pequeñas cosas, igual que en el escenario de un teatro.

Cerramos los ojos y nos quedamos mirando el infinito del que somos parte. Tal vez en otra ocasión sigamos. Entretanto, te abrazo, te beso y te dejo descansar, arropándote con mi amor.

Hasta después…

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