30 Abr ENCIERRO. TIEMPO GANADO

Siento la calidez de tus dedos que desenredan, suaves, mis entrecanos cabellos y me arrullan con amorosa cadencia en la caída de las noches profundas al declinar mi decisión de seguir actuando; y vuelvo a sentirla abriendo mis párpados al despertarme de una sola y decidida vez en el preludio de los amaneceres incipientes al gozar o sufrir los últimos sueños.

Siento la gelidez de tu mano, furtiva y artera, hiriendo con caricias simuladas la frontera de mi nuca que contiene la ebullición de las ideas, cual brisa compasiva en la quietud del extraño otoño acalorado cuando abandono mis sentidos, el común y el buen sentido, al efecto adormecedor de los rumores aspirando a noticias; de éstas aspirando a verdades.

Me recorres, en todas las dimensiones del ser; vibro sintiendo que me envuelves para arrojarme a las mil y una acciones en que me reinvento, vertiginosa, cada día, todos los días; declarando con la tozudez de siempre incólume mi existencia, hasta que sea… hasta que no; elevándome sobre el letargo de quien delega hasta su pensamiento a infaltables comedidos.

Me recorres, en cuerpo, mente y espíritu; desmayo sintiendo que me estrujas para arrojarme a las mil y una quietudes en que me desencarno, inerme, a veces, casi nunca; declarando con el pesar de siempre vulnerable mi existencia, hasta que sea… hasta que no; sumergiéndome bajo el desvelo de quien mantiene alerta sentidos y consciencia.

Te tengo pues te ejerzo cuando soy, de la única manera aprendida en los hechos, la más fiel fuente de la verdad: en la acción que combina lo tangible y lo intangible, sentimientos, ideas, palabras y movimientos, sin rendirme a la cómoda vocación tentándome a sólo estar, reducida a las dimensiones ocupadas en el espacio y a la tediosa cuenta del tiempo transcurrido.

Te tengo pues te presentas, de tantas maneras ignoradas por la resistencia a los hechos, la más fiel fuente de verdad: en las huellas visibles desde afuera, en las cicatrices dejadas muy adentro, en el cansancio desde el umbral de cada historia humana, ese que se acumula ineluctable paso a paso, llevando la cuenta del tiempo transcurrido.

Soy tú, vida que me fue regalada por el amor de mis padres, por designio divino ¡esperanza! Voy a agotarte, fiera e intensa, en y con el mundo, con el otro y los otros. Conmigo misma en el bienaventurado encierro abierto por quien sabe qué y para qué, en diálogo sin concesiones con mi pasado y presente; en loco diseño ilimitado del futuro ansiado.

Soy tú, muerte que tengo asegurada por la sabia naturaleza, por designio divino ¡certeza! Voy a alcanzarte, fiera e intensa, en y conmigo, en profunda soledad. Conmigo misma, nunca en la víspera, sin dar paso a las voces agoreras que sembrando el terror reducen a polvo la humanidad antes de tú llegar; cuidando hasta el fin mantener mi dignidad.

Soy, vital y mortal, con vocación a la eternidad desde el comienzo de la consciencia que me llevó a la más alta apuesta, la del sentido de este paso por el mundo, la de la invitación a la plenitud en el sabor que deja la entrega a las causas sentidas verdaderas, la negativa a rendirse en el primer intento, el esfuerzo de hacer innecesarios otros intentos.

¡¡¡Bendita vida/muerte, gracias por tenerte!!!