Gisela Derpic | EN EL FONDO
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EN EL FONDO

La semana que termina decidí atisbar una vez más en el fondo de la problemática actual de las mujeres en su condición de tales, de las manifestaciones de su exclusión real en Tarija y en Bolivia. Lo hice en diálogo con estudiantes de séptimo semestre de derecho de la Universidad Católica Boliviana Sede Regional de Tarija, procurando la articulación de la teoría con la realidad, buscando la contrastación entre el ser y el deber ser. Fue una experiencia interesante e ilustrativa. Altamente cuestionadora. De difusión recomendable.

En el diálogo surgió en principio la reiteración de una constatación previa ya compartida en esta columna en un artículo titulado Perplejidades, sobre la existencia de una conciencia derrotista de desvalimiento profundo y generalizado de las mujeres jóvenes por un contexto patriarcal caracterizado por —en palabras de una inquieta estudiante con militancia feminista quien tuvo a su cargo el inicio de la actividad con una exposición motivadora sostenida en las contribuciones de una serie de teóricas del feminismo— “infantilización, cosificación, infravaloración, acoso, violencia y competencia desigual” que las amenaza y agrede todo el tiempo y en todo lugar, instalado desde hace mucho tiempo, —felizmente la expositora no proclamó que por culpa del capitalismo colonialista— sin percibirse avance real alguno.

Si esto es en verdad así, quedaría plantada la fundada sospecha —si no certeza— de la esterilidad y el fracaso de las luchas por los derechos de las mujeres, y de la inefectividad e ineficacia de las varias leyes promulgadas al respecto en el país, pues si a estas alturas los únicos resultados después de tanto esfuerzo son el miedo de las que se sienten irremediablemente víctimas y el incremento del hacinamiento carcelario vía la detención preventiva de los violentos a sola denuncia, mal vamos. Muy mal.

En contrapartida, algunas voces anotaron que las mujeres se han ido incorporando cada vez más al ámbito laboral y a los cargos de representación y autoridad públicas, habiendo actualmente en Bolivia más mujeres que hombres profesionales. Se dijo, además, que hay innegables cambios de mentalidad y de conducta en las relaciones de pareja y en el desempeño de los roles familiares, con una clara tendencia a su democratización, aunque se mantiene un déficit importante en cuanto a las tareas de cuidado se refiere, subvaloradas y encomendadas más a las mujeres por ser tales.

En el plano de las experiencias reales, una estudiante relató: “La fiscal le dijo a mi papá que no me enviaría a hacer mi pasantía al lugar que yo quería porque, como soy bonita, me iban a acosar, y que eso sería malo. Así que me mandó a otra oficina”. Muy buen material para la reflexión y el intercambio de opiniones. ¿Qué hace el padre de la estudiante de 21 años interviniendo en un asunto como ese? La infantiliza. ¿Qué muestra la fiscal? Su incompetencia por la incongruencia entre las leyes que dice cumplir y aplicar, y la realidad de la institución que debería dirigir. ¿Qué conducta tiene la estudiante? Sumisión.

El contrarrelato vino de otra: “Yo tuve que enfrentar una situación de acoso hace tiempo. Lo hice a la mala y nunca más se repitió”. ¿Ejemplo a seguir?

Una tercera dijo que su abuelo había promovido a sus nietas a desarrollar fuerza física y aprender tareas típicamente masculinas, y a sus nietos, a hacer tareas domésticas. Identificó en ese hecho la razón de su éxito laboral. Extraño y genial abuelo ese.

Un joven afirmó ser infantilizado por sus padres, “igual que mis hermanos y muchos amigos y amigas, nos sobreprotegen y no nos dejan madurar”. Apunte relevante.

Se aludió a la importancia del ejercicio de los derechos como vía de su defensa en todos los espacios, incluyendo la familia, comprendiendo que las leyes no son la solución completa. Al final de cuentas, se trata de la promoción efectiva de un cambio cultural dentro del cual se asuma, en la teoría y la práctica, la igualdad de las mujeres y los hombres en dignidad y derechos, objetivo a lograrse en la experiencia cotidiana mediante el ejemplo, con el invalorable e imposible apoyo de la educación, por ahora, y del estudio de la situación desde el compromiso con el mejoramiento de la realidad, con base científica y honestidad investigativa para establecer dónde están posados nuestros pies y hacia dónde dirigirnos.

Menudo programa de acción. Ineludible para no quedarse en la mera repetición de una especie de credo, sin consistencia de fondo, proclama de lugares comunes reunidos en un discurso “políticamente correcto”, una ideología en el sentido propio, la lógica de una idea alienante condenatoria del pensamiento independiente; una ideología dominante, impuesta bajo amenaza de severa condena social cuando no de punición, liquidadora de la libertad; una ideología conservadora, dueña de la verdad plena, total y eterna, excluyente de la crítica y, por tanto, de la necesidad/posibilidad de cambio. Una ideología muy conveniente para que algunas personas sigan resolviendo sus vidas con ella a nombre de las “pobrecillas” mujeres.

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