04 Jun EL FLACO
Despertó un día más y su mundo le gustó menos. Decidió cambiarlo, desterrando la palabra “aceptación” de su vocabulario. Obrero temprano de las tres puntas aprendió la agonía de aun vivir muriendo, adentro y abajo, y el gozo de renacer aun malcomiendo, afuera y arriba, en irrefutable demostración de que “no sólo de pan vive el hombre”, devorando libros, aprendiendo citas y consignas, religiosamente.
Mantuvo los ojos cerrados al leer una y mil veces los textos clásicos, grabándolos a golpe de combos y martillos en el consciente y subconsciente, forcejeando la realidad tratando de encajarla en las casillas hechas de la teoría hecha ladrillos, hasta el extremo de cambiar la forma y las dimensiones de las cosas, acabando por trastocar lo malo en bueno, poniéndose a su servicio incondicional. El fin justificaba los medios.
Convenció con palabras y miradas apasionadas, agnóstico pletórico de fe. Lúcido y obcecado, dejó oír su voz de grave timbre con generosidad. Se quedaron oyéndola, boquiabiertos; también él… todo el tiempo. Puesto en pie, impuso su atractiva y ruda presencia; también sus ideas… todo el tiempo.
Alcanzó a los grandes que sin tener poder lo tuvieron, marcando el siglo veinte, para bien y para mal, lanzándose en loca carrera entre piedras y desfiladeros, por caminos abiertos para ser muchas veces bloqueados, con y a pesar de su voluntad. Sin perder iniciativa, movedizo incansable, creyó estar predestinado a predestinar a otros a quienes encumbró, ocupando él, tercamente, siempre el segundo lugar.
Una chispa libertaria ignorada anidaba en sus entrañas. Sobrevivió, lánguida y maltrecha, imperceptible hasta para él. Emergió de a poco cuando la obra de su creación le despidió con un violento empellón, limpiando el camino de la estrategia diseñada en una isla tropical. Chispa invencible, creció y le quemó, abriéndole los ojos de par en par provocándole doloroso mea culpa que jamás cesó.
- ¡Mirá estos libros! – vociferando con pasión señalando con la mano, los ojos, la voz y las vísceras, los “clásicos” más clásicos, las “biblias” de todo revolucionario respetable, – ¿estás viendo? ¡¡Anotá pues, no quiero que te olvides!! Vas a ir conmigo a la plaza y mientras vos los atices yo haré el discurso arrepintiéndome de haberme dejado engatusar con estas patrañas… ¡en vez de mirar la realidad, de leer los libros nacionales, carajo!
- El drama fue poner mayúscula a la palabra “revolución”. Se convirtió en dios, y como en todos los casos, ¡en el nombre de dios se justifica todo! ¡¡¡¿Me oyes, no?!!!
- ¿Sabes? Hay que averiguar los antecedentes de la gente para meterse con ella en política… como es en su vida privada, así va a ser en la pública.
Tomó iniciativas, diseñó propuestas y luchó de todas las maneras en pos de sus ideales. Tuvo la rara virtud de cambiar de perspectiva. “Notable”, como él mismo diría. Esposo y padre ásperamente tierno, amigo y compañero solidario, se gastó hasta el final recorriendo la ruta que él mismo decidió, la de la acción permanente, amando y odiando hasta el último suspiro. Como dice una voz creíble, fue el último proletario ilustrado.
Cesar Escobar
Posted at 21:33h, 06 junioHermoso y tal cual Gisela.
Nata
Posted at 22:37h, 06 junioGracias Gisela. Muy lindo.