Gisela Derpic | ¡¿CÓMO?!
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¡¿CÓMO?!

A pocos días de ser posesionado como comandante Departamental de la Policía de Tarija, el Cnel. José Illanes hizo declaraciones públicas sobre la proliferación de accidentes de tránsito. Se dirigió en especial a los motociclistas, a quienes insinuó repetidas veces que, por favor, se pongan casco para conducir estos vehículos en función de su seguridad y eviten rebasar a otros vehículos en su circulación por las calles y avenidas por el lado derecho, para no provocar hechos que derivan en lesiones y hasta muerte de personas.

No es todo. La misma autoridad policial anunció que se realizarán procesos de capacitación para estos conductores de motocicletas, en los cuales se les dará a conocer el contenido de las normas “vigentes”, concientizándoles acerca de las razones que las sostienen y la importancia de su cumplimiento.

¡¿Cómo?! El comandante asume que las leyes son desconocidas para quienes poseen licencias de conducción de los vehículos de dos ruedas, así que hay que informarles de su contenido. ¿Desde cuándo en Bolivia cualquiera puede alegar ignorancia de la ley? ¿No es parte de los requisitos para la otorgación de las licencias de tránsito la demostración teórica y práctica de las personas de su dominio sobre esa normatividad? ¿Cómo es que está sucediendo esto?

Y sigue la trama. Hay poderes labrados y extendidos sin que quien aparece firmando se haya enterado siquiera, pero aún los hay a nombre de personas ya fallecidas. En otras palabras: delitos, incluyendo el blanqueo de autos robados.

Preguntas retóricas, de respuestas dadas, sin duda alguna. Esto está sucediendo porque desde 2006 en Bolivia comenzó un proceso de putrefacción, de sustitución del bien por el mal, de reinado de la impostura y el cinismo, de abuso y corrupción campantes. Lo que pasa con motocicletas y vehículos es lo mismo que con la interminable cadena de hechos de corrupción, violación de derechos humanos y depredación del medioambiente. Es la degradación de un estado a un sitio, un mero lugar en el mapa, una tierra de nadie. ¿Estamos a tiempo de salvarnos?

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