12 Feb CINISMO ESQUIZOFRÉNICO
En este país nuestro que desde hace 13 años hemos sentido tantas veces ajeno como efecto de las estrategias aplicadas por la cúpula del poder en replicación fiel de los modelos importados desde el centro articulador del llamado socialismo del siglo XXI; en este país nuestro que vamos a recuperar pronto, con plena convicción democrática y pacíficamente con la fuerza de la verdad y de la razón que nos asiste, hace unas horas se difundió a través de los medios de comunicación que Ramiro Guerrero Peñaranda, ex fiscal general entre 2012 y 2018, ha sido nombrado Cónsul General de Bolivia en Chile.
Es, ni duda cabe, otro de los muchos casos de relocalización de aquellos sujetos probadamente fieles y serviles al gobierno en el cumplimiento diligente de tareas de la más abyecta naturaleza sin que les importe algo siquiera el desprestigio personal que acumulan a raíz de ello, con tal de mantener su gracia ante los ojos de los jerarcas. Sí, es uno de esos casos en que de tiempo en tiempo se hace necesario llevar a los esbirros del poder lejos de la mirada pública, mejor fuera de nuestras fronteras asignándoles cargos diplomáticos, y así contribuir a que con la distancia y el tiempo su pasado pase y después de un tiempo retornarlos, remozados, a Bolivia para que vuelvan a las andadas.
Pero este caso particular posee una connotación que lo hace peor que los demás pues Guerrero ha sido, nada más y nada menos, el Fiscal General del Estado Plurinacional de Bolivia que dirigió la investigación del caso Quibórax, empresa chilena que fraudulentamente obtuvo concesiones de ulexita en el Salar de Uyuni y por añadidura recibió una jugosa indemnización, evento vergonzoso que evidencia la degradación del régimen porque de una parte se utilizó el aparato institucional del ministerio público como instrumento de persecución política contra Carlos D. Mesa que tomó la patriótica decisión de recuperar esos recursos naturales para el país. De una parte, como un acoso ilegal e injusto del más puro estilo del estalinismo campeante en los países que soportan todavía las perversas dictaduras llamadas del “socialismo del siglo XXI” que hizo del aparato de justicia un medio de persecución política. De otra, ante el contraataque jurídico sólidamente sustentado en elementos fácticos de convicción y argumentación legal y doctrinal plena que hizo el ex presidente y líder de la ciudadanía democrática boliviana acompañando su decidida defensa, mostrando que los intereses del Estado no habían sido motivo de atención por parte de funcionarios del gobierno que, por el contrario, actuaron con severos indicios de no sólo negligencia sino de contubernio con la empresa chilena hasta el extremo de que se pagó a ésta la escandalosa indemnización de 42,6 millones de dólares –que pudieron haber sido 0 (cero) si la defensa legal del Estado habría reunido las condiciones mínimas de idoneidad ética y forense- el ministerio público ignoró tales denuncias y excluyó de la investigación a esos funcionarios, dejándolos impunes.
Esta designación de Guerrero como cónsul general en Chile, país de la empresa pirata que sabe a quiénes les debe haber recibido una jugosa recompensa por saquear la ulexita habiendo hecho fraude al Estado boliviano, asesta un duro y bajo golpe a nuestra autoestima, nos ofende y denigra. ¡Cómo se reirán de nosotros los abogados chilenos que recogieron el cheque de manos de César Navarro y Pablo Menacho, otros inolvidables, conocedores de lo que Ramiro Guerrero hizo y no hizo! No hay explicación y menos justificación válida de semejante decisión que revela al régimen como una expresión de anti-nación.
Cinismo – obscenidad, falta de vergüenza- el que distingue al gobierno masista desde 2006. Eso mismo. Cinismo esquizofrénico a estas alturas porque le acompaña una creciente dificultad de los autócratas para ver la realidad, para tomar conciencia de que no están ya en su comienzo sino en su final. Hoy somos nosotros quienes comenzamos.
Camilo Zilvety Derpic
Posted at 14:25h, 12 febreroTu texto es simplemente brutal!