Gisela Derpic | A MANO ALZADA I: CORONAVIRUS
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A MANO ALZADA I: CORONAVIRUS

Bombardeo de información en las redes, agobiante. Los temas recurrentes: el coronavirus, el día de la mujer y la violencia, contra ellas y en la ciudad más joven de Bolivia, El Alto de La Paz. Bullen las ideas al leer los titulares, las notas y los comentarios. Me embarullo y después de quedar exhausta sin hacer algo al respecto, como sucede en los casos de empacho, me vienen las arcadas y decido lanzar mis pensamientos destinando estas líneas al primer asunto, dejando los otros para después, hasta las últimas consecuencias y sin que ellas me importen. Puse un solo colador: no repetir lo dicho por otras personas.

Pánico en el mundo entero por el coronavirus. Ayer mismo un titular anunciaba el número de muertos por la enfermedad en España. Llegan a 20. Lo que sabemos del coronavirus y temas colaterales desde su aparición en el escenario maravilla pues es tanto en tan poco tiempo. Incluso se invita a tomar cursos dictados por especialistas. ¡Qué rápido hemos ido y cuán lejos hemos llegado en este caso! Los datos circulantes incluyen etiología, diagnóstico, prevención, medidas terapéuticas, fármacos, evolución, avance en el mundo… en fin, una gama impresionante, ¿no? Lo más importante: sus efectos sobre lo realmente vital, la economía.

Después de haberme detenido por fuerza en la revisión de tal información, me ha llamado mucho la atención el terror europeo integrado al del hemisferio norte en general; sin embargo, es el europeo el más llamativo a mis ojos.

Europa (sin pretender incluir a todos quienes son /o habitan en ese continente) extrañamente desesperada por el impacto del coronavirus sobre la producción y el consumo a gran escala, siendo es el centro desde donde el discurso ecologista se ha difundido sin cesar hasta convertirse en una de las – utilizaré una palabreja poco apreciada para mí – “narrativas” predominantes en los discursos políticamente correctos y en un componente ineludible en las políticas correctas, las dignas de considerarse para su financiación, y no sin razón dada la gravedad de la problemática ambiental amenazando la vida en la tierra. Al parecer allá no se han dado cuenta de la relación entre cambio climático y crecimiento económico. Enorme e inexplicable insuficiencia.

No sólo esto. Paranoia en Europa ante la tremenda posibilidad de contagio con el coronavirus y entonces – ¡noooooo! – morir.  Sí, en el continente donde varios países han comenzado a debatir la legalización del suicidio asistido bajo la premisa – una de ellas – del derecho de los hombres y las mujeres a decidir el momento de ponerle punto final a su existencia sin mediar un sufrimiento físico intolerable emergente de alguna enfermedad, parece haber quedado olvidado un asunto elemental y, al mismo tiempo, paradójicamente vital: SOMOS MORTALES, los seres vivos nacemos, crecemos, a veces nos reproducimos y SIEMPRE, SIEMPRE, morimos. Felizmente, dicho sea de paso.

Así que, nos vamos a morir y es recomendable recordar a propósito de esa maravillosa condición esencial nuestra la vieja conseja de las también viejas abuelas de antaño: nadie se muere en la víspera, ¡tranquilo cuaco! añado yo.

Aventuro un esbozo de explicación a tan contradictoria actuación europea: pese a todas las “narrativas” se sigue considerando a la naturaleza subordinada a los intereses lucrativos de unos seres de extraña especie empecinados por su soberbia en no morir. ¡Habráse visto tamaña osadía en pleno tercer milenio!

 

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