Gisela Derpic | A HANNA ARENDT
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A HANNA ARENDT

Cuesta comprender que haya podido enterrarse durante tanto tiempo a la autora y a su pensamiento, al pensamiento y a su autora, como sucedió con Hannah Arendt desde 1951 hasta el derrumbe del socialismo real en la última década del siglo XX. Más aun cuesta perdonar a quienes participaron de la coincidencia o confabulación para hacerlo, aquellos que hoy mismo siguen haciendo lo que mejor saben hacer: manipular la realidad para encajarla en los estrechos dispositivos de lo único que tienen, una ideología que les hace sentir seguros en su opción de vida al margen del mundo real, un mundo sorprendente y amenazadoramente impredecible, felizmente. Indigna del mismo modo comprobar que desde la exploración y reconocimiento de su valiosa y valiente contribución teorética, se haya hecho popular citarla sin haberla estudiado de verdad, convirtiéndola casi en un lugar común; incluso, peor aún, hasta plagiarla o, el colmo de los colmos, intentando convertir su pensamiento, ese diálogo profundo y  honesto con ella misma, en agua llevada a cualquier molino, incluyendo aquellos cuyas oscuridades ella denunció, a título de explicarla sin legitimidad alguna.

La primera vez que supe de la existencia de Hannah fue leyendo a Fernando Mires en su blog, habiendo encomendado enseguida a un ser querido la compra de su libro más famoso, “Los orígenes del totalitarismo”, leído a “vuelo de pájaro” antes de confinarlo “para otro momento mejor”. Mucho tiempo después, la cuarentena decretada por la pandemia del COVID19 que es una condena en ciertos sentidos, fue propicia para finalmente estudiarlo, tarea apenas agotada en una primera fase, la de sintetizar sus páginas formulando mis propias preguntas sobre ellas, resaltando sus contenidos de mayor impacto para mí e identificando las áreas de mi interés a las que el libro realiza, según considero, aporte significativo:  Teoría Política, Historia Política, Teoría del Estado, Teoría de los Partidos Políticos, Teoría del Derecho y Derechos Humanos. Queda pendiente ahora una segunda fase de elaboración de ensayos al respecto, lo que ha de demandar por una parte un recorrido previo ineludible por otras obras de Hannah, como “La condición humana” en especial, para tener el encuadre adecuado de una comprensión cabal de su pensamiento, y por otra, una revisita a aquellos libros que sostienen contenidos principales de “Los orígenes del totalitarismo”, como  “El Leviathan” de Tomas Hobbes, “Reflexiones sobre la Revolución de Francia” de Edward Burke y “La  democracia en América” de Alexis de Tocqueville, joyas del pensamiento político que no pierden actualidad.

La lectura de este libro publicado en 1951 ha sido una experiencia singular, diría mejor, primicial, en mi vida, pues como nunca me había sucedido antes, en sus páginas me he encontrado con su autora, he sentido su mirada llegando a la mía igual que su voz sonando en mis oídos, en una vivencia de cercanía humana que ha dejado en mí una huella imborrable, reforzada sin duda alguna por la magia de ver en YouTube la famosa entrevista que le hizo el periodista Günter Gauss en 1964, y que según un artículo de “La voz de Galicia” de 2018, el diario alemán Reinische Post calificó como “el hit de YouTube más inverosímil”.

Pertinaz inconforme, impenitente curiosa,  incansable activista por las causas que defiendo, no soy una pensadora profesional  ni tampoco una “intelectual”, sustantivo que puede convertirse en calificativo de connotaciones no siempre halagüeñas. Dejo dicho que desde esa posición escribo estas líneas cuyo objetivo es compartir las impresiones que el estudio de “Los orígenes del totalitarismo”, como una oportunidad de prestar la mayor atención a lo Hannah ha puesto a disposición de todos quienes quieran ver y oír, ha marcado en mí, sin pretensión alguna de interpretar su pensamiento ni explicárselo a nadie, porque cada quien tendrá que hacerlo por sí mismo, si quiere.

 

He encontrado en “Los orígenes del totalitarismo” una persona de mirada profunda, decidida a incomodarse en la indagación orientada a ir más allá de la primera vista, penetrando en los hechos, lo que explica el universo de datos  empíricos y teoréticos recogidos en paciente y perseverante tarea, integrados en una rara y deslumbrante demostración de la unidad indisoluble entre el análisis y la síntesis aplicados en ese “diálogo silencioso” de Hannah con Hannah, como ella misma define al pensamiento; una Hannah atenta a las interconexiones de los hechos en el largo plazo, procuradas alargando el alcance del  esfuerzo hasta donde encuentra los vestigios recónditos de sucesos y procesos,  esas pistas provocativas de un seguir buscando, hacia atrás y hacia adelante. Un diálogo acerca de la realidad y encarnado en ella, alimentado desde los datos concretos en busca de una comprensión esencial e integradora cuyo desenlace es un modelo de formulación de conclusiones que manifiesta el arribo final a lo concreto pensado, magnífico derrotero cualitativo del esfuerzo reflexivo fecundo.

 

La suya es una mirada limpia, desprovista del cristal de los prejuicios que por anticipado dibujan lo aún no visto y forcejean las formas y contenidos de lo que se ve en afán confirmatorio de las suposiciones aventuradas antes de comenzar siquiera a andar el camino, desfigurando la realidad. Como afirma en su prólogo a la primera parte de la obra, Antisemitismo, se trata de comprender y “Comprender, sin embargo, no significa negar la atrocidad, deducir de precedentes lo que no los tiene o explicar fenómenos por analogías y generalidades tales que ya no se sientan ni el impacto de la realidad ni el choque de la experiencia. Más bien, examinar y soportar conscientemente la carga que los acontecimientos han colocado sobre nosotros – ni negar su existencia ni someterse mansamente a su peso como si todo lo que realmente ha sucedido no pudiera haber sucedido de otra manera. La comprensión, en suma, es un enfrentamiento con la realidad – impremeditado, atento y resistente – cualquiera que sea o pudiera haber sido ésta”. Por tanto, la persona que está viva hablando desde las páginas del  libro es honesta y valiente, pues está dispuesta a reconocer la realidad como base del conocerla, pese a todo, incluso de sí misma; cumpliendo así las condiciones de la autenticidad de ese diálogo íntimo cuyo resultado no pretende agradar ni desagradar sino eso, comprender, asumiendo las consecuencias morales de hacerlo, sin aspiraciones a entrar en posesión del secreto de la comprensión eterna, consciente de que, en sus propias palabras, “Por mucho que seamos capaces de saber del pasado, ello no nos permitirá conocer el futuro”. Esto se hace posible únicamente cuando se realiza en libertad. Sólo así puede sobrevivir la obra y la memoria de su autora a la condena de olvido y casi clandestinidad decretada desde los círculos de la más abyecta tergiversación del pensamiento al enajenarlo de la realidad, su fuente y destino; del fanático credo ideológico profesado por los eternos acomodaticios de mirada envilecida puestos al servicio de consignas e intereses inconfesables, casi todos – ¡todos! – hermanados en sus frustraciones y complejos, odios y resentimientos, dispuestos a incluso malograr esa realidad para adecuarla utilitariamente a sus ideas. Sobre esos seres y su práctica alerta Hannah cuando afirma que “Se debe tener precaución en términos de Platón que descubrió el “arte universal de hechizar la mente con argumentos” de los sofistas; también que la persuasión surge de las opiniones, no de la verdad. La diferencia mayor entre los antiguos y modernos sofistas está en que los antiguos se mostraban satisfechos con una victoria pasajera del argumento a expensas de la verdad, mientras que los modernos desean una victoria más duradera a expensas de la realidad. En otras palabras, aquéllos destruían la dignidad del pensamiento humano, mientras que éstos destruyen la dignidad de la acción humana”.

 

Hannah construye el texto de “Los orígenes del totalitarismo” con una base de información empírica de amplio alcance sobre el totalitarismo nazi, procurada por el convencimiento de sus principales protagonistas respecto de los mil años que duraría y de la necesidad de deleitarse en la contemplación de su obra, con todo los detalles posibles. Es en especial destacable la recopilación y sistematización documental sobre la base de la cual se hace patente no sólo la imagen del régimen sino el discurso de su inspiración. Patentiza la honestidad de su trabajo cuando ella misma advierte sobre la diferencia en cuando al totalitarismo soviético al respecto, cuya información escasa e incompleta, también por decisión de la cúpula del poder, le conduce a apelar a fuentes secundarias desde las cuales dan su testimonio testigos de cargo históricamente reconocidos, como Viktor Kravschenko.  Ratifica su honestidad su abstención a incorporar al régimen maoísta chino como otro totalitarismo por falta de información.

 

Desde esas seiscientas páginas me habla una mujer, judía alemana, apátrida y ciudadana estadounidense, sin ataduras a nacionalismo alguno, buscando el sentido a la monstruosidad totalitaria. Siguiendo la huella de su denodado caminar considero que lo alcanza en la medida en que comprende su origen y entonces genera una trinchera de prevención y de resguardo. Así, ella me ha aportado radicales novedades desde su comprensión del totalitarismo con su descarnada disección de varios hijos de la edad moderna, uno de los cuales es, precisamente, esa máquina de muerte sostenida por el gobierno del terror y la ideología; su meridiana claridad en la identificación del desarraigo como un factor estructural destructivo del entramado de la sociedad y de su cuerpo político, que al liquidar la pertenencia de las personas a algo, las condena a la indefensión total y a la degradación mayor al separarlas de las otras y oprimirlas contra ellas, arrojando luces para decantar aquello que debe combatirse de lo que debe defenderse; en fin,  la promoción de la individualidad desde y para la libertad cuyo ejercicio se efectiviza en la acción política en su más correcta acepción.

 

El texto escrito por Hannah es complejo e intrincado.  Me ha provisto de al menos una veintena de conceptos esenciales a definir con bajo su enfoque y su palabra, de los cuales destaco acción, soledad, libertad, ideología, estado-nación, terror, superfluidad, movimiento, perpetuidad, lógica… No da tregua al desmenuzar los hechos y sus antecedentes, sin excusa alguna, remontándose en la memoria del antisemitismo y del racismo, de la expansión imperialista y la destrucción del estado-nación, del comienzo, desarrollo y derrumbe del totalitarismo, tejiendo unas tramas primero destejidas al correr tras las pistas en las brumas de la historia, a veces tan densas.

 

En justicia, hay que decir que es un texto de muy alto nivel teorético por la profundidad reflexiva y la extraordinaria formación de la autora que exige un esfuerzo mayor de quienes lo leen, considerando que se añade la complicación emergente de su lengua materna, el alemán, que es harto sabido cuan empinada torna la pendiente hacia las cumbres del conocimiento y cuya fuerza se manifiesta igualmente en una traducción fiel. También hay que decir que es un texto de belleza literaria que pone en evidencia la profunda sensibilidad de Hannah engarzada a su clara inteligencia, condición que explica ese cierre del libro invitando a la esperanza, en cualquier tiempo y más en este que nos ha tocado vivir, con las palabras de San Agustín: “Initium ut esset homo creatus est” (Para que un comienzo se hiciera fue creado el hombre), dejando claro que procurar ese comienzo es tarea nuestra.

 

Por todo ello, gracias Hannah.

6 Comments
  • recep ivedik
    Posted at 06:32h, 10 diciembre Responder

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    • Gisela Derpic
      Posted at 01:35h, 02 febrero Responder

      Me alegra tu opinión. Gracias.

  • altyazili
    Posted at 19:47h, 31 enero Responder

    Amazing! Its really remarkable article, I have got much clear idea on the topic of from this paragraph. Janetta Kristoforo Tiffie

  • altyazili
    Posted at 08:28h, 01 febrero Responder

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    • Gisela Derpic
      Posted at 16:49h, 01 febrero Responder

      Thank you!

  • Gisela Derpic
    Posted at 17:07h, 01 febrero Responder

    Thank you.

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