Gisela Derpic | 17 de julio de 1980. De ayer al mañana
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17 de julio de 1980. De ayer al mañana

A los 39 años del golpe de estado narcodelincuencial garciamesista patentizo mi recordación más sentida a las víctimas de ese tiempo de terror prolongado desde el 17 de julio de 1980 hasta el 10 de octubre de 1982; víctimas que perdieron la vida, la libertad, el goce de sus derechos fundamentales, fueron torturadas, perseguidas, exiliadas… habiendo sembrado el camino de recuperación democrática con sangre y testimonio de la grandeza que yace en el fondo de los seres humanos cuando germina su semilla.

Lo hago identificando en LOYOLA GUZMAN y GLORIA ARDAYA, dos mujeres que no necesitan presentación alguna porque su trayectoria es ampliamente reconocida, la personificación de la entrega a la causa de la libertad y los derechos humanos hasta sus últimas consecuencias. LOYOLA y GLORIA, compañeras a quienes profeso profundos sentimientos de afecto y admiración, cuya amistad me enaltece y fortalece. Su calidad humana se evidencia por la sencillez y humildad que caracterizan su presencia, su estilo de vida coherente con los valores que declaran y defienden, su reconocimiento a la contribución de los otros, su solidario compartir de lo que saben y tienen con ellos y la gratuitad de sus acciones nunca inspiradas en intereses individuales mezquinos. Su honestidad política e intelectual se patentiza en su militancia irreductible por la democracia y los valores que ella implica, como principio esencial y estratégico de vida manifestado en todos los ámbitos, y su capacidad crítica para encontrar permanentemente caminos conducentes a su recuperación y fortalecimiento, lejos de cualquier fanatismo y dogmatismo.

Lo hago al influjo de la imagen vital de ellas, LOYOLA y GLORIA, con esperanza en que la gesta iniciada para recuperar el país de las manos de este otro régimen narcodelincuencial imperante desde hace casi 14 años, sirva también para convertir a la democracia en lo que tiene que ser: una verdadera cultura como base del lanzamiento de Bolivia en pos de sus sueños, que provoque un salto cualitativo al tercer milenio,  lo que sólo será posible si quienes nos sentimos militantes de esta causa histórica comprendemos de una vez por todas, teórica y prácticamente, que la ansiada renovación de la política que nos debemos ahora y que le debemos al mañana, comienza con incorporación de rostros nuevos pero va mucho más allá de ella, requiere ineludiblemente la negación evidente y efectiva de los terribles defectos del autoritarismo campeante a través de una conversión individual y colectiva, pública y privada; de un viraje drástico de actuación en los distintos niveles de quienes decimos y creemos ser demócratas demostrado a través de una primicial experiencia de reconocimiento de los otros -individuos, asociaciones, regiones, etc. – como iguales, de respeto a su dignidad y derechos, a sus opiniones y expectativas, de exilio definitivo de la verticalidad y el centralismo, de cultivo del liderazgo desde y profundamente engarzado abajo, en la base social misma, de escucha activa y comprometida en un diálogo productivo. Sólo así lograremos desterrar la pervertida versión de la política cuyo mejor ejemplo es el oficialismo, sin institucionalidad partidaria, vaciada de contenido, convertida en un espectáculo, de la sigla hecha una financiera de crédito fácil a la que llegan los clientes, imberbes o no, a buscar pronto beneficio personal, sin otros méritos que su ambición desmedida, su audacia o el padrinazgo del que gozan en las esferas verticales de los dueños del poder.

Cierro mi homenaje a quienes entregaron su vida a la causa democrática en esta recordación del cruento golpe de estado de 1980 reiterando que el reto estratégico es la reconstrucción del sistema de partidos como condición sine qua non del fortalecimiento de la democracia. De mi parte propongo hacerlo tomando en cuenta una cita no textual -la memoria es frágil- que leí en el libro “La revolución es distinta” de Ernst Fisher, disidente del partido comunista de su país, considerando resume el enorme e ineludible desafío que tenemos: “Un partido político tiene que ser, en sí mismo, un anticipo de la sociedad que pretende construir”. Así tendrá que ser.

1 Comment
  • Ana
    Posted at 16:58h, 17 julio Responder

    Hermoso!!!!

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